El papel siempre ha sido muy agradecido para la pintura al óleo. Entre 1988 y 1990 encontré en el papel Súper Alfa el soporte ideal para desarrollar mi nueva pintura. Aparte de la inmediatez y la frescura, su principal ventaja respecto al lienzo es, al menos para mi, de orden psicológico. Sobre el papel trabajo más libremente, sin miedo a equivocarme y con bastante menos presión de la que soporto ante un lienzo.
En efecto, por mediación de la imprenta Servigraf me hice con media resma de Súper Alfa y me dediqué a mancharlo libremente con aceite de linaza y disolvente universal; a dibujar y colorear con óleo; a pegar recortes de revistas, plumas de gallina, maderas, retales de lona, bisutería, frutas y flores de plástico…
En la exposición de Las Rozas conocí a Joaquín Castro, artista y crítico de arte, al que cierta empresa filatélica había contratado para dirigir el proyecto artístico de una galería en la calle Lagasca de Madrid. Joaquín Castro, con su entusiasmo habitual, me propuso participar en el proyecto con una muestra formada en gran medida por estas pinturas sobre papel. La exposición tuvo lugar entre mayo y junio de 1989 y fue el comienzo de una productiva relación de trabajo. Después, en 1990, las expuse en la galería Tres d’Ors de Palma de Mallorca y en la galería Lapis Lázuli de Lanzarote.
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Vuelo rasante (1988). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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Hombre coronado (1990). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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Hombre con dos alas (1990). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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Noche de estrellas (1990). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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Sin título (1990). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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La tarde (1989). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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Sin título (1990). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
Sin título (1990). T/M sobre papel. 74 x 114 cm.
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