Cuando le pedí a Álvaro Salvador un texto para el catálogo de “Un cuento chino”, me dijo que tenía un poema que se ajustaba a la perfección al contenido y la forma de la exposición. A través de la observación de los pájaros, en un paisaje interior con resonancia oriental, Álvaro medita sobre el paso del tiempo y el deseo de trascender en otro que alberga nuestro código genético. Probablemente sea éste uno de los poemas más hermosos que Álvaro haya escrito.
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ÁLVARO SALVADOR
El linaje de los mirlos
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Desde hace varios años
–no importa si nevara o el frío transformara
el matorral de agosto en alfanjes de hielo,
no importa si el verano con su fuego quemase
las plantas y los árboles del huerto–,
dos mirlos han alzado su nido en mi jardín
cada verano.
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En la mañana leo,
y el mirlo parlotea desde el rosal, nervioso,
advierte a los polluelos que corren ignorantes
de mi gata,
tumbada, pero alerta, debajo de la mesa.
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A la tarde, bostezo,
y acompaño a mi gata en su mediana siesta
con un ojo entreabierto,
mientras los mirlos corren de un matorral a otro
y su madre los llama con ruidos estridentes
desde las ramas altas del más alto rosal.
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De improviso, sospecho
que estos mirlos de hoy no son los mismos mirlos;
que mientras yo envejezco
un linaje de mirlos crece cada verano,
sucediendo sin pausa a sus padres y abuelos
en mi jardín.
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De improviso, descubro
que un día no estaré,
que no podré espiarlos
mientras siguen alzando
en la rama más alta,
en el rincón más cálido y seguro
de mi efímero reino
otro nido, los mirlos.
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