EL LINAJE DE LOS MIRLOS

Cuando le pedí a Álvaro Salvador un texto para el catálogo de “Un cuento chino”, me dijo que tenía un poema que se ajustaba a la perfección al contenido y la forma de la exposición. A través de la observación de los pájaros, en un paisaje interior con resonancia oriental, Álvaro medita sobre el paso del tiempo y el deseo de trascender en otro que alberga nuestro código genético. Probablemente sea éste uno de los poemas más hermosos que Álvaro haya escrito.

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ÁLVARO SALVADOR

El linaje de los mirlos

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Desde hace varios años

–no importa si nevara o el frío transformara

el matorral de agosto en alfanjes de hielo,

no importa si el verano con su fuego quemase

las plantas y los árboles del huerto–,

dos mirlos han alzado su nido en mi jardín

cada verano.

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En la mañana leo,

y el mirlo parlotea desde el rosal, nervioso,

advierte a los polluelos que corren ignorantes

de mi gata,

tumbada, pero alerta, debajo de la mesa.

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A la tarde, bostezo,

y acompaño a mi gata en su mediana siesta

con un ojo entreabierto,

mientras los mirlos corren de un matorral a otro

y su madre los llama con ruidos estridentes

desde las ramas altas del más alto rosal.

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De improviso, sospecho

que estos mirlos de hoy no son los mismos mirlos;

que mientras yo envejezco

un linaje de mirlos crece cada verano,

sucediendo sin pausa a sus padres y abuelos

en mi jardín.

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De improviso, descubro

que un día no estaré,

que no podré espiarlos

mientras siguen alzando

en la rama más alta,

en el rincón más cálido y seguro

de mi efímero reino

otro nido, los mirlos.

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CANCIÓN DE JULIA

Una noche, pasadas las vacaciones de navidad de 2008, vino Luis a cenar a casa con un regalo para Julia. Un libro con las hojas en blanco para que los amigos dejen en él un pensamiento dedicado a la niña. En las primeras páginas, con la maestría de un clásico y su letra de niño, Luis había escrito esta canción.

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LUIS GARCÍA MONTERO

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Canción de Julia

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Ha llegado la J
como un sueño de oriente.
¡Buena suerte!
¡Dónde está?
Que te lo digan las rosas
y el viento que viene y va.

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Ha salido la U
igual que el sol naciente.
¡Buena suerte!
¡Dónde está?
Pregúntale al Príncipe Azul
y al viento que viene y va.

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De las aguas serenas
ha surgido la L.
¡Buena suerte!
¡Dónde está?
Lo repiten la princesa
y el viento que viene y va.

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Aparece la I
como un gorro de duende.
¡Buena suerte!
¡Dónde está?
Lo cantan el colibrí
y el viento que viene y va.

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La A llega despacio
y derrite la nieve.
¡Buena suerte!
¡Dónde está?
El Genil se lo ha contado
al viento que viene y va.

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Cinco letras de lluvia
ponen el campo verde.
¡Buena suerte!
¡Dónde está?
Lo sabe el nombre de JULIA
y el viento que viene y va.

JULIA Y BONI

Pere Rovira es un poeta necesario y un amigo esencial. En su obra no hay sitio para la retórica, y en su corazón vive la lealtad de un hermano.

El perrito altanero del poema de Felipe Benítez se llamaba Boni, y en vida fue conocida no sólo por aparecer en mis cuadros, sino por ser vecina del Manolito gafotas de Elvira Lindo, y por saber más por vieja que por perra. Cuando apretaba el frío se metía bajo su manta, de donde salía sólo para hacer sus necesidades o subir al primer piso a la hora de acostarnos. De pronto, sin saber cómo, empezamos a encontrarnos la manta tirada al principio de la escalera. Pensamos que eran cosas de perra vieja, hasta que descubrimos que había aprendido a levantarse sin que se la cayera la manta del lomo, y así andaba abrigada por la casa justo hasta empezar a subir la escalera, donde, inevitablemente, la manta caía por su espalda abajo. La escena la vio Pere Rovira y ahora me la devuelve en este emotivo poema en castellano.

Pere decidió hace tiempo escribir sólo en catalán, su lengua natural, por eso el poema tiene el valor de una deferencia estimable y de un regalo muy especial para mi cuento chino.

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PERE ROVIRA

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Julia y Boni

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Julia, tú no la viste,

pero está junto a ti,

con su mirada triste,

lejos, lejos de aquí.

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En un país de oro,

te acompaña y te sueña,

y guarda tu tesoro,

aunque sea pequeña.

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Allí juega contigo

en los cuadros de Juan,

y ve las golondrinas

que siempre volverán.

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Con un gorro de plata

y con paso gandul,

quiere meter la pata

en tu balón azul;

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cuando llegan tus padres,

ella ladra, feliz;

si le dices: “no ladres”,

ríe con la nariz.

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Pues Boni era muy lista

y sabía reír,

y fue una gran artista

del arte de dormir.

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Con sólo oler el frío,

de la manta tiraba,

y nunca se hizo un lío:

se hacía una chilaba.

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Ahora tú la ves

dentro de un cuento chino,

muy formal, a tus pies;

o casi haciendo el pino,

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montando en bicicleta;

o es una exhalación;

o toca la trompeta

dentro del corazón.

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Pero antes, Coral,

Boni quiso ser perra,

y pasó por la tierra

sin hacer ningún mal.

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Por eso está en tu cuento

tan viva y bien pintada;

yo creo que no miento

si digo que es tu hada.

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Primavera de Oriente

del valle del Genil,

recuerda dulcemente

a una bestia sutil

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que quizás te añoró

antes de que nacieras

y durmiendo escapó

a otras primaveras.

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CHINOISERIE

En julio de 1997, Felipe Benítez Reyes escribió el poema “Planeta Juan Vida”. En él hacía un recorrido por las persona, animales y cosas que poblaban mis cuadros: bañistas linfáticos en mares que giraban como el tiempo, hombres de oscuro pasado, tigres elásticos, pezuñas de ciervos, frutas amargas y un perrito altanero que custodiaba la Nada. Ahora, para “Un cuento chino”, Felipe ha vuelto a sacar de su chistera de duende al perrillo hecho memoria para que acompañe a mi hija de cuadro en cuadro en su trayecto de la Nada a la plenitud.

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Chinoiserie

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En primavera,

Julia Vida juega a ser volátil

entre los pájaros que saben rimar

una égloga en el aire frondoso.

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En verano,

¿las estrellas son más de diamante

o más de agua, arcángeles o sirenas?

Las estrellas de su pelota añil,

en cualquier caso,

son doradas, como los ornamentos

de las pagodas susurrantes.

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En los otoños,

la niña equilibrista

corretea sobre la hojarasca de oro cansado

sin pisarla.

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En el invierno, recoge nieve del jardín

para que su padre Juan la pinte:

el retrato de la fugacidad,

el río en miniatura que se forma en el suelo.

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Y el perrillo expectante que los mira y lame el agua.

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FELIPE BENÍTEZ REYES

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