UN CUENTO CHINO, 8

102-1

Terminado el viaje, la tomó en sus brazos y le fue diciendo:
–Ven, ésta es tu casa. En verano jugarás en el amarillo que hay junto a la puerta, y desde las ventanas verás cómo los pájaros de la mañana despliegan sus alas para alcanzar las ramas más altas. Al principio de uno en uno, después en bandadas frenéticas se reconocen y agrupan disputándose un lugar desde el que empezar el día. Todas las mañanas igual: pardillos contra estorninos, mirlos contra vencejos, palomas contra palomas y urracas contra todos. A veces el aire se estremece con la sombra del halcón y crece el silencio bajo la envergadura poderosa del águila. Al caer la tarde vuelven con estruendo a las ramas más altas, y se reconocen y agrupan disputándose un lugar donde pasar la noche. Los estorninos caen sobre los álamos, las grajillas se esconden en las rocas, las urracas acechan los nidos y la calma crece con la oscuridad. Todo vuelve a su sitio, todo queda ordenado en el valle del Genil.

UN CUENTO CHINO, 7

104-1

–No tengas miedo, dijo el equilibrista. Te he esperado desde el origen del tiempo para nacer en tu pupila y decir tu nombre. Nada temas –le murmuró convincente al oído–, subiremos a la Muralla y cruzaremos fugaces el firmamento hasta que muera el día.

UN CUENTO CHINO, 6

112-1

A la hora señalada del día de la cita, sobre la esfera azul de los astros cardinales, dejando muchedumbres milenarias en el verde esmeralda del río, surgió luminosa la Estrella de Oriente.

UN CUENTO CHINO, 4

108-1

En los bosques de Nanning cruzó su mirada con la de un macaco. Dicen que en el fondo de esos ojos se encuentra nuestro espejo más antiguo, pero lo que aquel hombre vio fue un desprecio feroz y el deseo agazapado de reescribir el comienzo del Génesis.