Año: 2012

En mayo de 2000 expuse en la Galería Almirante una colección de pinturas sobre la Naturaleza. La titulé “Naturalezas alrededor de una habitación”, parafraseando el voyage autour de ma chambre del personaje Carlos Argentino Danieri de Xavier de Maistre. El argumento de fondo era la Naturaleza entendida como «madre« de todas las cosas, y también como la naturaleza misma de las cosas. Por ejemplo, el optimismo biológico de la Naturaleza en primavera y la naturaleza desconfiada de un pájaro entre las ramas. En Naturaleza pesimista se describe un paisaje nevado en el que un lobo acecha a un pato que nada distraído junto a un sumidero por el que todo el cuadro se va filtrando. En Naturaleza tranquila una barca reposa sobre las aguas en calma de un estanque oriental…

La exposición contó con un catálogo introducido por un texto de Guillermo Solana titulado “Animal en lo blanco” y diseñado por Rafael Jaramillo.

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Naturaleza optimista (2000) T/M sobre lienzo. 195×175 cm .

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Naturaleza pesimista (2000) T/M sobre lienzo. 175×195 cm.

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Naturaleza tranquila (1999) T/M sobre lienzo. 180×190 cm.

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Naturaleza del frío (1999) T/M sobre lienzo. 195×175 cm.

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Pintar un retrato es relativamente fácil, sólo hay que fijarse bien y tener algo de técnica. Pintar un buen cuadro es más difícil, pero pintar un buen retrato que sea un buen cuadro es casi imposible. Exceptuando a los extraterrestres históricos, la mayoría de los pintores, si es que aceptamos el encargo, lo resolvemos con una faena de aliño o a fuerza de horas y paciencia, como hace el célebre Antonio López con sus interminables cuadros. Entonces el arte queda reducido a una cuestión de mérito o esfuerzo, como en el circo.

Al final de los noventa me encargaron tres retratos oficiales, uno del Rey Juan Carlos, otro de Federico García Lorca y el de Francisco Ayala para la Biblioteca Nacional. Creo que en este último me acerqué un poquito a la combinación ideal de unir un buen retrato en un buen cuadro. Como digo, el cuadro fue un encargo de la Biblioteca Nacional, siendo director Luis Alberto de Cuenca, para la galería de retratos de los autores premiados con el Cervantes. La  propuesta partió de Juan Manuel Bonet, que por entonces creo que era director del Reina Sofía. Imagino que la elección obedecería a la circunstancia de ser los dos granadinos. Lo que no imaginaba Bonet era el buen rollo que se generó entre Ayala y yo, y los sucesivos proyectos en que trabajaríamos juntos hasta poco antes de su muerte.

El retrato de Lorca estaba destinado a ocupar una pared del Centro de Estudios Lorquianos en Fuente Vaqueros, aunque, quiero pensar que por razones de seguridad del propio cuadro, nunca llegó a ocupar su sitio. Ahora duerme en los almacenes de la Diputación, junto a gran parte de su estupenda colección de arte contemporáneo.

El del Rey Juan Carlos preside el Salón de Plenos de la Diputación Provincial de Granada.

Francisco Ayala (2000) T/M sobre lienzo

Ayala y Juan Vida en la Galería Almirante. Madrid, primavera de 2000

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Retrato de Federico García Lorca, hacia 1999.

Juan Vida junto el retrato de García Lorca. Palacio de los Condes de Gabia, Granada.

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No se trata de copiar la realidad física de los patios de la Alhambra, sino de convocar sobre el lienzo la dimensión simbólica que les acompaña: el arrebato romántico, el casticismo chirriante de las postales para turistas,  las zambras de escote y navaja, los cuentos de Washington Irving… Se trata, ante todo, de inventar un artificio que el espectador ha de percibir como real y verdadero. Por ejemplo, un viajero que recuerda haber visto un improbable amanecer naranja sobre los estanques de la Alhambra, y se congratula junto al artista de captar el «embrujo» del monumento.

El pintor no debe imitar la Naturaleza, sino construir una nueva realidad de la misma.

Patio de los Arrayanes, puerta norte (1996). T/M sobre lienzo, 158×158 cm.

Patio de los Arrayanes, puerta sur (1997). T/M sobre lienzo, 162×130 cm.

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Patio de los Arrayanes a primera hora de la mañana (1997). T/M sobre lienzo, 162×146 cm.

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El Partal (1997). T/M sobre lienzo, 162×146 cm.

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Entre septiembre y octubre de 1997, a propuesta de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, se colgaron los cuadros de Granada y la Alhambra en la Fundación Rodríguez-Acosta. Se editó un catálogo que incluía la obra sobre papel y se completaba con un bello poema de Felipe Benítez Reyes titulado «Planeta Juan Vida», y los textos de José García Leal, Álvaro Salvador, José Carlos Rosales, Antonio Muñoz Molina y Miguel Rodríguez-Acosta que definió la colección como “un movimiento parecido al del caballo del ajedrez que, para avanzar, necesita dar un paso lateral con el que sorprender por su eficacia y frescura.”

Como epígrafe escribí en el catálogo el siguiente texto del admirable Juan José Arreola:

“Sé muy bien que llevando una vida un poco más higiénica y racional podría llegar en buen estado al siglo venidero. Donde una poesía nueva está aguardando a los que logren salvarse de este desastroso siglo XIX. Pero me siento condenado a repetirme y a repetir a los demás.”

Para el colofón escogí estos versos de Luís García Montero:

Para la huida

laberintos azules son sus calles,

exactas son sus fuentes

en la persecución,

mientras cada frontera de la ciudad cerrada

se estrecha como un límite

final de la aventura.

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Aire (1996). T/M sobre lienzo. 146×162 cm.

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Alhambra (1996). T/M sobre lienzo. 146×185 cm.

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Torre de Comares (1997). T/M sobre lienzo. 195×162 cm.

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Torre de los Picos Nº2 (1997). T/M sobre lienzo. 162×146 cm.

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Después de las inauguraciones en la Galería Almirante solíamos celebrarlo en el Oliver o el Gádes, aunque para las cenas de diario buscábamos algún sitio más doméstico, como El Comunista. Una noche, cenando allí con Teresa Alberti, María Luisa de la Vega y Norberto Gotor, vi que, en el zócalo de madera que rodea las paredes, el roce de las sillas había producido un descascarillado que parecía una postal de la Alhambra iluminada vista desde San Nicolás. Aquella imagen me dio pie para indagar sobre la doble realidad del monumento, la de su leyenda y la de sus piedras, pues las dos son reales y las dos configuran igualmente su imagen.

La iniciativa tenía el riesgo de ser entendida como una involución hacia posiciones conservadoras, especialmente en aquel ambiente en el que lo más lógico era perseguir con atención el pulso de las últimas tendencias para que el reloj no se te parara en seco. Pero siempre he sido un inconsciente y me he guiado por el instinto más que por el interés, y he tratado de pintar lo que en cada momento me apetecía sin plegarme a ninguna exigencia que no fuera la del placer de encontrar cada día algo nuevo sobre el lienzo. En aquel momento, para mi, lo más nuevo se encontraba en la lectura de la tradición tardorromántica, desde los grabadores del XIX, hasta Hermenegildo Lanz, pasando por Fortuny, Sorolla, López Mezquita, Rodríguez Acosta, Santiago Rusiñol…

En mayo de 1997 presenté en la Galería Almirante una serie de cuadros de gran formato que trataban sobre Granada y la Alhambra. Se editó un catálogo, introducido por el profesor José García Leal, en el que se reproducía toda la obra colgada. La exposición fue un éxito. Antes de abrir se habían vendido todos los cuadros a excepción del que me había reservado por precaución, de manera que aquella noche recorrimos el itinerario completo, incluida, por supuesto, la cena casera en El Comunista.

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Torre de un edificio de la calle San Matías (1996).  T/M lienzo 162×146 cm.

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Carrera del Darro (1996).  T/M lienzo 195×114 cm.

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Paseo de los Tristes (1996).  T/M lienzo 190×165 cm.

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