Transcurrido algún tiempo, cierto día sintió la mano de Coral cobijarse en la suya, y se vio de niño caminar junto a su padre, y una palabra triste se le enredó en la garganta.
–En las mañanas de otoño iremos despacio hasta el colegio y te enseñaré, antes de que aprendas la aritmética del verbo, cómo los días se acortan en noviembre y cómo en marzo brotan las primeras hojas. Que debajo del asfalto que pisamos hay un mosaico con delfines antiguos y una fuente con un grifo de bronce; y acequias que regaron los huertos; y casonas con escudos y patios donde descansaron los amos del mundo; y que muy cerca de allí, entre los juncos de una tarde amarilla, un hombre joven se conmovió extrañado al pensar su propio nombre.