TRÁNSITO

La Galería Ovidio tenía por virtud una generosidad con los artistas jóvenes tan desinteresada como suicida: los acogía e impulsaba a dar el salto a una galería “mayor”. Con estas cartas navegaron más allá del Madrid de la movida hasta –imagino– la inviabilidad económica de la empresa.

Después de la exposición en Ovidio mi pintura se fue deslizando desde la claridad fogosa de las bañistas de Iré a Santiago (1983) y Cielo desde un navío (1984), hasta los solitarios nadadores en aguas plomizas de Álbum (1987). El proceso fue paralelo al desencanto general que truncó la euforia civil de los ochenta y a la fricción personal contra la áspera realidad cotidiana.

En la época de “línea clara” enpecé a utilizar materiales industriales, especialmente el azul para piscinas, que me proporcionaron una gama de acabados que iba del cubriente mate aterciopelado a la transparencia sutil del mejor acrylique fines art, pero en latas de 20 kilos.

Más tarde encontré en el amarillo y en el blanco de la pintura para señalización vial sobre asfalto un material resistente, flexible, mate y cubriente que me permitía pintar sobre lienzo superficies extensas sin miedo a craqueles incontrolados. La incorporación de los esmaltes sintéticos en plata y oro completaron una paleta matérica, elástica y sobria. Pasé de la inmediatez del color fresco sobre el lienzo a la lentitud de secado de los aceites y a la acumulación de materiales espesos.

Muchos de aquellos cuadros los borré en días de ira. Los tres primeros de abajo son bocetos sobre papel y los otros dos son lienzos en técnica mixta que ilustran el tránsito de la alegre paleta matissiana a la sombría luz de un Kiefer, como alguien dijo sotto vove, periclitado.

NAVEA-02

Acrílico sobre papel (1982)

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NEVEA-01

Acrílico sobre papel (1983)

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PINOS85.3

Lápiz sobre papel (1984)

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BAÑISTA 2

Bañista nº 2 (1985). T/M sobre lienzo 160 x 130 cm.

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TESTIGO

Testigo (1986) T/M lienzo. 200 x 145 cm.

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