Llegué a Cabo de Gata a finales de agosto de 2000, en un día pintado con el color resignación de las vacaciones que terminan. Desde que entré por la larga recta que lleva al Cabo, quedé imantado por la fotogenia de aquel paisaje único, reducto insólito de lo que hasta hace poco fue el litoral español. A lo largo del día, con los primeros envites de un aire distinto, el cielo fue cambiado hacia un irremediable color desánimo general. El otoño y el invierno siguientes pinté el recuerdo de ese día y de otros muchos que se sucedieron en Cabo de Gata. En la edición de Arco de 2001 presenté dos cuadros gemelos, Cuando menos se piensa y Salta la liebre, tal vez los mejores de la serie. Después, seguí pintando la inesperada arquitectura de la iglesia contra el cielo inmenso y el horizonte plano de Las Salinas en cuadros que expuse ese mismo año en la galería Rosalía Sender de Valencia y en la Trindade de Oporto.
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Cuando menos se piensa (2001) T/M sobre lienzo. 195 x 195 cm.
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Salta la liebre (2001) T/M sobre lienzo. 195 x 195 cm.
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La Iglesia de las Salinas. Vista este. (2001) T/M sobre lienzo. 195 x 162 cm.
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La Iglesia de las Salinas. Vista sur. (2001) T/M sobre lienzo. 195 x 162 cm.
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Avioneta publicitaria sobre Cabo de Gata. (2001) T/M sobre papel. 71 x 75 cm.
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