Hola, soy Morán y estoy siguiendo con mucha atención el debate suscitado tras la desaparición y muerte de Marta del Castillo. Hay una derivación que me preocupa especialmente. Los padres de Marta tienen todo el derecho del mundo a reclamar la instauración de la cadena perpetua, pero el Estado no puede moverse por los mismos impulsos que los familiares de las víctimas. Las discusiones en caliente son peligrosas. No se puede decidir ni legislar cuando hay una hoguera ardiendo al lado, porque te puedes quemar. La Constitución española dice que el objetivo de las penas es la reinserción. Es decir, que sólo se podría instaurar la cadena perpetua mediante una reforma constitucional.
Si se pregunta a los españoles en este preciso momento si están de acuerdo con la cadena perpetua, la mayoría diría que sí, pero sería un ‘sí’ claramente condicionado. Habrá quien afirme que esto lo digo porque la desgracia no me ha ocurrido a mí. Siempre hay alguien que dice eso. Es casi seguro que mi reacción sería otra y tendría todo el derecho del mundo, pero el Estado debería seguir manteniendo la cabeza fría. Es lo que nos diferencia de los asesinos: la reflexión, la compasión, etc. Si perdemos eso, estamos perdidos.
Por cierto, observo que nadie suele ponerse en el pellejo de los padres de los verdugos. Todos creemos que nuestros hijos no serían capaces de hacer algo terrible… Pensemos por un instante que nos equivocamos: ¿Cómo nos sentiríamos? ¿Seguiríamos queriendo a nuestros hijos si fueran unos homicidas?
En fin, me he puesto demasiado serio, pero creo que el asunto lo requería.
Un dulce para terminar y que no todo sea amargura: Don Emilio va mañana al programa de BUENAFUENTE. A ver qué sale de ese duelo de titanes.
Deja un comentario