El próximo domingo, día 31, don Emilio y un servidor nos vamos a llegar hasta Madrid para firmar ‘Mis sentencias ejemplares’ en la Feria del Libro del Foro. Las firmas son en el Paseo de Coches del Parque del Retiro, que es donde está el mogollón: nosotros estaremos concretamente, de 12 a 14 horas, en la caseta de La Esfera de los Libros (número 154). Y de 19 a 21 horas, en la caseta de la librería Fuentetaja (número 119).
Bueno, si alguien tiene un rato, allí nos vemos. Saludos
El médico inglés Ronald Gibson, comenzó una conferencia sobre conflictos generacionales, citando cuatro frases:
1). \’\’Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos\’\’.
2). \’\’Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.\’\’
3). \’\’Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos\’\’
4). \’\’Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura\’\’
Después de éstas cuatro citas, quedó muy satisfecho con la aprobación, que los asistentes a la conferencia, daban a cada una de las frases dichas.
Entonces reveló el origen de las frases mencionadas:
La primera es de Sócrates (470- 399 a. C.)
La segunda es de Hesíodo (720 a. C.)
La tercera es de un sacerdote del año 2000 a. C.
La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (Actual Bagdad) y con más de 4000 años de existencia.
Padres y Madres de familia:
RELÁJENSE PUES SIEMPRE FUE ASÍ…GRACIAS A DIOS.
Pues nada, como siempre fué así, vamos a tocar palmas…
BREVE HISTORIA DEL ALMA
Sabido es que el ser humano es un imitador. Lo mismo imita a la naturaleza que los ejemplos autorizados de sus semejantes, así sean estos amigos o propios como, sobre todo, enemigos o extraños. Para aprender una tarea, el ser inteligente, si puede, la copia mientras que el menos inteligente la inventa (¡aunque pueda copiarla!) en un proceso creativo en principio bastante tosco. La imitación es la principal técnica de aprendizaje y, en concreto, la imitación de los enemigos es, junto a la protección de la intimidad o el engaño, una técnica de supervivencia vital. En ese sentido, es asombrosa la capacidad de mímesis de los ejércitos, cómo los ejércitos se copian los unos a los otros, cómo se parecen, así sea el ejército de los buenos o el de los malos y es natural que así sea. Si el enemigo inventa un arma nueva que le otorga ventaja, nosotros tenemos dos posibilidades para no morir: la costosa (inventar otra arma aún mejor) y la barata (copiar la nueva arma del enemigo). Y como la gestión de la energía es vital en todas las guerras, pues todas acaban cuando uno de los combatientes se queda sin recursos, cualquier ejército adoptará en principio la solución más barata. El proceso de imitación es tan intuitivo entre los seres humanos que la mayoría de las veces imitamos sin darnos cuenta. Pero, además, el ejército de los buenos (o sea, el nuestro) nunca querrá reconocer que se ha copiado del ejército de los malos.
La Épica nos lo ilustra desde sus textos más altos a los más trillados. En la Chanson de Roland, los Doce Pares se enfrentan a otros Doce Pares del ejército infiel. La Araucana ensalza a los caudillos indios (de nombres tan sonoros como Lautaro) como manera indirecta de ensalzar a los capitanes de los conquistadores españoles, que es a los que interesa alabar. En la Épica está todo claro. Superman o cualquier otro héroe se enfrenta a un antihéroe de poderes ¡no menores a los suyos! y que, sobre todo, ¡piensa de la misma manera que Superman! y viceversa. Al final, nuestro héroe vence no porque sea el bueno, recto y puro y albergue nobles ideales, ni porque posea armas más potentes que el enemigo sino porque, igual que ocurre con el buen ajedrecista, ha podido prever los gestos del contrario, lo cual quiere decir que sabe pensar de la misma manera que él. En cambio, en la Política está todo turbio. El PSOE nunca reconocerá que practica la misma política económica del PP (que es la política impuesta a ambos por los bancos), ni menos todavía Bibiana Aído y toda su corte de feministas y feministos se habrán percatado que su manera de pensar, la coherencia de sus ideas y los procesos hermenéuticos que realizan están copiados de los de sus enemigos, los Obispos, en temas tan sensibles como el aborto o el matrimonio homosexual. Aquí tenemos al Ministerio de Igualdad practicando la misma Teología que la Conferencia Episcopal y parece que nadie se ha dado cuenta, ni a nadie le importa. Naturalmente, el Ministerio de Igualdad nunca querrá reconocer que se ha copiado del ejército de los malos.
En declaraciones a la SER (video consultado el 20 de mayo de 2009 en http://www.publico.es/espana/226412/aido/aborto/feto/ser/humano/vivo), Bibiana Aído distingue entre ser vivo y ser humano y se apoya, para ello, en la Ciencia («un ser vivo, claro [el feto], lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica»).
Lamentablemente, esa distinción es cualquier cosa menos científica. Traduce la eterna, anticientífica e interesada distinción entre animales racionales (los humanos) e irracionales (los demás animales, o sea, seres vivos, etimológicamente hablando, que eso quiere decir animal en latín, “ser vivo”). A partir de ahí se establece un debate teológico, que no científico, sobre quién de todos esos animales está dotado de “alma” y qué tipo de alma. Y como alma quiere decir en latín “principio vital”, es como si discutiésemos sobre si los seres vivos están vivos, o dicho etimológicamente, sobre si los animales están animados por virtud animal (alma), un tipo de debate cuya falsedad lógica y metodológica ya fue ridiculizada por Molière, entre tantos otros, con aquella muletilla del enfermo imaginario (que quería ser doctor) de que el vino hace dormir porque tiene virtud dormitiva. Se lleva a los jinetes y amazonas a una cuadra llena de consuetudinarios caballos de diversos colores y, discutiendo frente a sus narices de qué color era el caballo blanco de Santiago, se niega la blancura de todos los caballos blancos menos el que interese, en este caso el “animal humano.” Superada esa barrera intelectual, ya nada impide predicar, en pasos sucesivos, que sólo los caballos blancos son caballos o, incluso, que las ovejas son caballos. Bastaría, para ello, tan sólo con atribuir «virtud caballuna» a las ovejas, de la misma manera que atribuimos «virtud racional» a los animales de nuestro interés o «virtus dormitiva» a la sustancia que nos amodorra. Ese ilusionismo verbal demuestra, una vez más, que cuanto más gorda y evidente es la mentira, más posibilidades hay de que prospere, como ya sabía la propaganda nazi. Lo sabía pero no lo inventó. Tales artimañas teológicas, como se ve, son antiguas.
La Teología es importante pues nos autoconcede a los humanos derechos sobre los demás animales, entre los que ahora Aído incluye al feto. Volvemos a la Escolástica, a las malas lecturas medievales de Aristóteles corrompido. Si Santo Tomás de Aquino levantara la cabeza, canonizaría a Aído. Es lo que, paradójicamente, se desprende de tales corrupciones intelectuales, tan llenas de simplismo y reduccionismo como carentes, una vez más, no ya de base científica, sino del mínimo conocimiento sobre lo que significan las palabras en el diccionario (como cuando lo de la “miembra”).
Ser humano es el que tiene humanidades, llamadas artes liberales por los antiguos porque eran las artes propias del ser humano libre (música, matemáticas, retórica, gramática, diálectica …). Es de Perogrullo que, en ese sentido, el feto no es un ser humano porque todavía no ha podido ir a la escuela. Pero, si tuviera la suerte de nacer y asistir a la escuela pública española, se duda mucho que obtuviéramos un ser humano, en el verdadero sentido del término, gracias al empeño, compartido por PP y PSOE, de expulsar a las Humanidades de la escuela. Sería tan sólo un ser vivo, reducido a votante, consumidor, parado, mujer o al “género” que le tocase, igual que las ranas, que también son seres vivos con capacidad de metamorfosis.
En Teología se discutió si los negros tenían alma. A esas alturas del debate, ya de la lengua de todos se habían apoderado unos sacerdotes al servicio del Poder que se dedicaban a resignificar las palabras, como ahora pretende el Feminismo Radical. El pueblo había olvidado que ánima o alma era sólo una perogrullada o tautología para decir que los seres vivos estaban vivos (así fueran negros o blancos) y el alma había pasado a ser una cosa mística, infundida por el Espíritu Santo a quien compraba la bula de esos sacerdotes para poseerla.
Como los negros no tenían alma, eso autorizaba a esclavizarlos. En cambio, Las Casas, Victoria y otros teólogos españoles fueron pioneros de los ahora llamados “derechos humanos” al sostener que los indios sí tenían alma, con lo cual insinuaban que eran los conquistadores los desalmados. Ahora, dice Aído que el feto tampoco tiene alma, que la semilla humana es inhumana. Y se queda tan ancha.
También los teólogos de la otra orilla, los opositores de Aído, o sea, los verdaderos teólogos, han discutido antes que ella qué tipo de alma tenían los no nacidos o los nacidos muertos (abortos). Parece que el Poder (cualquier Poder, sea religioso o laico) no puede existir si no se contradice. Porque, a pesar de su enconada oposición al aborto, la postura de la Teología oficial de la Iglesia Católica es similar a la de Bibiana Aído: el feto o el aborto no tienen el mismo tipo de alma que nosotros, que arderemos en el Infierno o gozaremos con los bienaventurados del Paraíso, a diferencia de los seres humanos abortados, a los que sólo les queda una región indefinida y más evanescente aún llamada Limbo. Si los Obispos fueran consecuentes con su «respeto a la vida», el feto (y el aborto) morarían a la derecha de Dios Padre.
Pero es que además, para mayor similitud de la postura intelectual de Bibiana Aído con la de los Obispos, sus palabras, apoyadas en la supuesta autoridad de la Ciencia, repugnan al método científico, enemigo del argumento de autoridad, según el cual las cosas son como se predican porque esa es la palabra de Dios. Importa poco si ese dios o ídolo autorizado al que se adora sin conciencia crítica es el de los cristianos o el de los ateos, llamado Ciencia o Tecnología. El razonamiento es el mismo. Aído termina su discurso con la consabida muletilla «palabra de Dios», que en su jerga se dice «eso tiene base científica o la deja de tener» y espera que, por el mero hecho de haberla insertado, todos contestemos bobaliconamente «te adoramos, Señor», o sea, «sí, Bwana.»
La principal contribución de la Ciencia al progreso del ser humano no es, ni mucho menos, una colección de sofisticadas herramientas tecnológicas, entre ellas las armas de destrucción masiva, sino un método de búsqueda y de razonamiento, el método científico, por definición siempre abierto al debate. Según el método científico, ninguna teoría, modelo o discurso, por más probado que nos parezca, se halla eternamente autorizado. Sin embargo (y por poner tan sólo un botón de muestra), cuando el Tribunal Constitucional declaró constitucional a la anticonstitucional (que no ya inconstitucional) Ley Integral de Medidas contra la Violencia de Género, la ministra de Igualdad se apresuró a declarar que esperaba que, tras la sentencia del TC, cesara todo debate u oposición a tan controvertida ley. Resulta, pues, un sarcasmo que la que cada día procede, como tantos otros políticos, de manera opuesta al método científico, se escude precisamente en la supuesta «base científica» de lo que dice (aun en el supuesto caso de que lo que dice tuviera base científica, que no es el caso).
Vista hoy, la solución teológica de Bartolomé de las Casas resulta por lo menos pintoresca: como los indios eran seres humanos, la cosa se arreglaba sustituyéndolos por negros a la hora de explotar las minas y demás tareas civilizadoras y progresistas (los conquistadores llevaron el progreso a América, como ahora nos lo trae la Ideología de Género a España). De la misma manera, propone el Gobierno otorgar seguridad jurídica a unos seres humanos llamados niñas de 16 años, incluso por encima de sus padres (también seres humanos al parecer, pero menos, pues no tienen vela en ese entierro), a costa de otros animales a los que se les quita la carta de humanidad. Entonces, los negros. Ahora, el feto.
Si el feto está vivo o muerto, eso es lo que sabe la Ciencia. Sabemos, si hablamos de Política, que es de lo que Aído tiene que hablar, que el feto es un ser humano, en la medida en que sus progenitores lo seamos. Si no lo es, entonces nosotros tampoco lo somos porque, como dice El Quijote, «cada cosa engendra su semejante».
Pero los seres humanos hemos construido un mundo deshumanizado en el cual ya cada cosa no necesariamente engendra su semejante sino que puede poseer una capacidad monstruosa para mutar. Y así, por ejemplo, un virus porcino o aviar puede convertirse en un virus humano. Podemos clonar ovejas, camino que nos lleva a clonar seres humanos, camino que nos lleva a clonar seres humanos con información genética de las ovejas, lo cual, lo transgénico, en Agricultura ya hace mucho que se inventó y se practica. Malos tiempos para la lírica, o sea, para el feto.
La conclusión evidente es que todos los seres vivos están vivos pero hay unos más“vivos” que otros, en la acepción nº 6 del Diccionario de la Academia («vivo.- Listo, que aprovecha las circunstancias y sabe actuar en beneficio propio»). Conviene precisar: más vivos entre los vivos está una parte de los seres humanos (se excluye al feto o a los maltratadores) y, entre esos elegidos, aún más vivales que los demás Bibiana Aído y su Ministerio de Teología. Pero esto ya lo ilustró Orwell en Rebelión en la Granja: «Todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros». Que es lo que la ministra entiende por igualdad, así resignificada teológicamente por el Ministerio de Propaganda del que es titular. Porque hay vivos y humanos pero tampoco todos los humanos son iguales, sino que unos son más «iguales» que otros (la niña de 16 años frente a sus padres, y no digamos frente al feto, o la mujer frente al hombre enfrentados al mismo reprobable acto, considerado falta o delito según sea una u otro quien lo cometa). Como la Teología de la Discriminación Positiva, aplicable a hombres y mujeres, resultaba ahora un poco exagerada para discriminar positivamente a ciertos seres vivos con autoridad para matar al feto, se ha recurrido a otra teología más añeja, de eficacia probada a lo largo de siglos, la Teología de los Seres Vivos o Teología del Alma.
¿Pero Orwell era un fabulista o un profeta? ¿Parodió en Rebelión en la Granja al Stalinismo o a nuestro Ministerio de Igualdad?
Precisemos, por último, que, en contra de lo que pueda parecer, este no es un artículo antiabortista sino contra las mentiras del Poder. Esas mentiras son simples. Poderosas por doble motivo: por simples y por proceder de donde proceden, del Poder, que queda así deslegitimado al convertir la autoridad en autoritarismo. La auctoritas latina consiste en que el pueblo sigue al que le da buenos ejemplos, como es el caso del escritor clásico digno de ser imitado o citado en el Diccionario de Autoridades, o resulta también el caso de don Emilio Calatayud o del sheriff estadounidense que se ha negado, en contra de las obligaciones de su cargo, a seguir practicando deshaucios injustos. Así entendida, en su verdadero sentido, la Autoridad es fuente de ilustración y de diversidad creadora, de biodiversidad, pero se convierte en Pensamiento Único cuando el Poder te deja pensar lo que quieras, democráticamente, a condición de que pienses a su manera, con sus herramientas, mediante el cauce lógico y metodológico que impone, aunque este sea tautológico. La prueba es que los obispos y Bibiana Aído tienen la misma manera de pensar (viciosa, en Lógica y en Etimología, y no digamos en Ciencia), aunque les lleve a conclusiones opuestas. Y en medio del fuego cruzado entre dos Poderes con el mismo discurso y las mismas armas (Las Feministas Radicales contra la Iglesia,el PP contra el PSOE, el poder político contra el judicial, etc) quedamos nosotros, el pueblo, y nuestros hijos (nacidos, engendrados, abortados o por engendrar) sufriendo los daños colaterales, o sea, palos por todos lados, obligados a alimentar y sufrir a los ejércitos de los dos bandos. Por eso nunca se valorará como merece a la Epistemología, que trata no de lo que se piensa sino de cómo se piensa. Nunca debemos dejar de afinar y de examinar las armas del pensamiento humano. La Epistemología es el arma más preciosa para la libertad.