Últimamente, estamos asistiendo a la consolidación de un fenómeno inquietante: el de los alumnos que acosan a sus profesores más allá de las aulas. Dentro del desastre que supone que un chaval la tome con sus maestro, parecía haber unas ciertas ‘normas’: el calvario se acababa cuando sonaba el timbre que anuncia la salida de las aulas. Pero ya hay casos en los que no es así, como el que a continuación os narro y que ya publiqué en mi periódico. Este caso demuestra también que no debemos engañarnos: el acosador, como el que pega a una mujer, nunca se cansa. Cuanto antes se denuncie, mejor.
Esta es la historia en cuestión: Juzgan a dos menores por acosar a un profesor durante todo un curso y acabar pateándolo.
«El profesor aguantó durante todo un curso las chanzas, vejaciones e insultos de los dos alumnos. Cada vez que se topaba con ellos en la calle, los chavales se mofaban de él sin recato. ‘Apedreaban’ al docente con expresiones hirientes y se partían de risa.
Así, durante todo un curso. Es lo que contó la víctima a las fuerzas de seguridad. El hombre se decidió a denunciar el calvario que estaba sufriendo cuando uno de los muchachos le pateó la espalda, cuando el chico pasó de las agresiones verbales a las físicas. Hasta entonces, y según admitió el maestro ante los investigadores, pensaba que el asedio terminaría tarde o temprano, que los acosadores se cansarían. La agresión le asustó y le convenció de que estaba equivocado.
La Fiscalía de Menores acusa ahora al supuesto agresor de un delito de atentado y dos faltas: una de lesiones y otra de injurias. Si es condenado, permanecerá bajo vigilancia judicial durante un año y seis meses. Para el otro muchacho, acusado de una falta, el Ministerio Público reclama 50 horas de trabajo en beneficio de la comunidad.»
Un saludo y gracias.
No sé hasta dónde vamos a llegar…¿Habéis leído la noticia? Una profesora de instituto suspende a una chica: Los padres reclaman a delegación, y éstos, sin dar más explicaciones obligan a que la chica tenga un 5 y así pueda presentarse a selectividad, que por supuesto, ha suspendido, y yo que me alegro.
Luego viene la misma junta de Andalucía ha gastarse el dinero en propaganda para dignificar la profesión del maestro. Hipocresía pura.
¿A cuántos maestros van a tener que pegar para que se haga algo?
De verdad que la que está pasando ya llega a rozar la locura, que hace que estos chavales, les de por actuar de esta manera.
Trabajo en el patio y comedor de un colegio y el año pasado unas niñas de 6º curso, es decir 11 y 12 años, se dedicarón a decir que yo las llamaba pu…, y tal como estan las cosas llegué a tener miedo por lo que pudiera pasar, en fin que hoy en día hasta de los chavales/as hay que ir con \\"pies de plomo\\".
Un saludo
UN CONSEJO MUY IMPORTANTE
Me gustaría daros un consejo que no debéis olvidar. La persona que ha sufrido el mobbing, padece trastornos psicológicos cuya gravedad dependerá de la intensidad, del tiempo y de otras circunstancias. Podéis estar muy deprimidos, con sentimientos de vacío, desesperanza, pensar que no tiene solución y que os han «destrozado». Pero recordar lo siguiente: Aunque os encontréis «hundidos», no os han ganado.
Solo os habrán derrotado si consiguen cambiar vuestra forma de ser, vuestra forma de pensar y logran que penséis y actuéis como ellos. Por ello, te recomiendo que NO CAMBIES TU PERSONALIDAD Y HABRAS SALIDO VICTORIOSO. Un buen comienzo para «luchar y ganar» es informarte y asesorarte.
Josep P. psicólogo
acosolaboralcat@telefonica.net
AVALC http://www.avalc.es
ASOCIACION DE VICTIMAS DE ACOSO LABORAL
Todo problema grave fue antes leve pero desatendido.
¿Y el centro educativo, su dirección y su profesorado que hicieron durante ese tiempo?
¿O es la que la labor educativa y reeducativa se deja ahora únicamente en manos de los jueces? ¿Para eso va a servir lo de dar catgoría de autoriadad a los docentes? ¿Para que los comportamientos que requieren un tratamiento educativo se envien directamente a los juzgados?
Donde esta el limite entre lo escandaloso y la travesura? Hace ya varios cursos, unos alumnos en cierto instituto de Granada destrozaron a palos el coche de su profesor. Ruedas pinchadas, cristales reventados, chapa hundida. Curiosamente, el juez de menores que llevo el caso absolvio a los chavales y a sus padres de toda responsabilidad. Por este caso, que me toca muy de cerca, tengo poca confianza en las buenas intenciones que parece destilar este blog.
Añado un artículo de un colega Gallego que hace un analisis de la violencia en grupo, en este caso respecto a una violación, pero genaralizable a como viven nuestros jóvenes la cuestión de la Ley. Cándido S.
Culpa y castigo*. Manuel Fernández Blanco
Los recientes episodios de violación grupal a dos niñas (una de ellas disminuida psíquica) protagonizados por grupos de menores (sólo uno de los imputados es mayor de edad y algunos no llegan a los 14 años), han reavivado la polémica sobre la posibilidad de cometer delitos graves desde la impunidad o el castigo leve.
Si estos hechos nos golpean tanto es porque necesitamos seguir creyendo en la inocencia infantil. Esto explica la tendencia a restar responsabilidad al sujeto que ha cometido el acto y a poner el acento en la responsabilidad colectiva. Por eso se repite, como una letanía, que todos somos culpables, que la sociedad en su conjunto es culpable. Cuanto más se culpabiliza a la sociedad, más inocente resulta el auténtico culpable que pasa a ser también una víctima. Víctima, en su caso, de la mala educación. De este modo obtenemos una ecuación muy curiosa: el goce del delincuente es individual, pero la culpa es social.
Debemos saber que lo primario en el ser humano no es la civilización, es la apetencia instintiva. Por eso, en un primer momento, el niño sólo renuncia a las conductas que los adultos y la sociedad juzgan inadecuadas en presencia de quien las prohíbe, porque lo juzgado malo puede ser placentero. Por este motivo no existe educación que no incluya alguna dosis de coerción.
Sólo en un segundo momento el niño, por temor a la pérdida del amor de los padres, interioriza las prohibiciones y se hace vigilar por su propia conciencia moral. Es en este segundo momento, entre los 5 y los 7 años, cuando surge el sentimiento de culpabilidad, los autorreproches y el autocastigo.
Cuando un niño o una niña pequeños nos sorprenden con la pregunta: ¿mamá, me quieres?, podemos estar seguros de que se sienten culpables por alguna trastada o desobediencia.
Por lo tanto, desde una edad muy temprana, un niño sabe lo que está bien y lo que está mal. Pero algunos se quedan fijados en ese primer momento evolutivo en el que sólo se detienen si alguien se entera y sanciona la fechoría. Para estos, la conciencia moral es mucho más laxa y el límite sólo viene del exterior.
¿Qué ocurre entonces si a la ausencia de límite interno le sumamos la impunidad social? En ese caso la ausencia de sanción provocará la repetición, pero, al contrario de lo que se cree, no por el sentimiento de impunidad sino por la necesidad inconsciente de castigo. Dejar a un menor sin el castigo proporcional a su delito es desprotegerlo frente a sí mismo.
Buen comentario Luis. Recuerdo ahora una idea que no sé quién la dijo primero, y es que «todo crimen cometido por un hombre, es un crimen de la sociedad». La desatención y el mirar desde arriba a los «delincuentes», en lugar de la constante atención y el comprenderlos desde su nivel a nuestros hijos y adolescentes, es el pecado original de todo sistema educativo.
Saludos cordiale
Félix