Últimamente, estamos asistiendo a la consolidación de un fenómeno inquietante: el de los alumnos que acosan a sus profesores más allá de las aulas. Dentro del desastre que supone que un chaval la tome con sus maestro, parecía haber unas ciertas ‘normas’: el calvario se acababa cuando sonaba el timbre que anuncia la salida de las aulas. Pero ya hay casos en los que no es así, como el que a continuación os narro y que ya publiqué en mi periódico. Este caso demuestra también que no debemos engañarnos: el acosador, como el que pega a una mujer, nunca se cansa. Cuanto antes se denuncie, mejor.
Esta es la historia en cuestión: Juzgan a dos menores por acosar a un profesor durante todo un curso y acabar pateándolo.
«El profesor aguantó durante todo un curso las chanzas, vejaciones e insultos de los dos alumnos. Cada vez que se topaba con ellos en la calle, los chavales se mofaban de él sin recato. ‘Apedreaban’ al docente con expresiones hirientes y se partían de risa.
Así, durante todo un curso. Es lo que contó la víctima a las fuerzas de seguridad. El hombre se decidió a denunciar el calvario que estaba sufriendo cuando uno de los muchachos le pateó la espalda, cuando el chico pasó de las agresiones verbales a las físicas. Hasta entonces, y según admitió el maestro ante los investigadores, pensaba que el asedio terminaría tarde o temprano, que los acosadores se cansarían. La agresión le asustó y le convenció de que estaba equivocado.
La Fiscalía de Menores acusa ahora al supuesto agresor de un delito de atentado y dos faltas: una de lesiones y otra de injurias. Si es condenado, permanecerá bajo vigilancia judicial durante un año y seis meses. Para el otro muchacho, acusado de una falta, el Ministerio Público reclama 50 horas de trabajo en beneficio de la comunidad.»
Un saludo y gracias.
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