(Artículo de Emilio Calatayud aparecido en el último número de Mujer Hoy, revista que se vende los sábados junto a todos los periódicos del grupo Vocento)
Bajar a 12 y 13 años la edad para que un menor sea imputado supone el fracaso de toda la política a nivel familiar, escolar y social. En principio, no soy partidario de rebajar la edad penal, pero en todo caso, si se llegase tras un largo debate, a la conclusión de que hay que sentar en el banquillo a menores de esas edades, sería con la única condición de no imponer nunca medidas privativas de libertad; es decir, sentarlos en el banquillo, pero adoptando penas alternativas al internamiento. Éstas pueden ser, por ejempo, la libertad vigilada y los trabajos en beneficio a la comunidad. Y esto siempre y cuando exista el reconocimiento de que hemos fracasado en todas las facetas. Porque yo estoy convencido de que estamos fallando mucho.
Primero, los padres y el tipo de educación que están fomentando. Parece que no son conscientes de su responsabilidad. También existe un fallo a nivel educativo, cristalizado en el fracaso y ausentismo escolar. Y por supuesto, debemos tener en cuenta que estamos en una sociedad más violenta que antes y en la que los medios de comunicación están lanzando mensajes de que todo vale. Socialmente tenemos ciertos complejos que no nos permiten poner límites a nuestros menores. Les hemos hablado de todos sus derechos, pero no de deberes, y la verdad es que hay que saber poner límites a nivel familiar, escolar y social. Vivimos bajo la ley del péndulo, hemos pasado de un extremo al otro.
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