Aquí os dejo una información que he publicado en IDEAL sobre el fenómeno de la violencia machista entre menores, una plaga que, efectivamente, no tiene edad. En el artículo habla don Emilio.
La niña sólo tenía quince años y su novio la había vejado durante diez meses. El acusado también era un chiquillo, 16 años, pero ya era reincidente: había maltratado a otra joven con anterioridad. La Fiscalía concluyó que el chaval sometió a la víctima a «un trato degradante» durante casi un año, lo que supuso, según el Ministerio Público, un menoscabo para la integridad física y psíquica de la menor.
Durante el tiempo que duró la relación, el acusado agredió en varias ocasiones a la chica. Demasiado y demasiado pronto, cuatro palabras que también sirven para resumir esta otra historia. Una pareja de adolescentes discute de madrugada en la calle. Él quiere que ella le bese. La chica se resiste. Él acaba de vomitar y a ella no le apetece. El chaval se enfurece y le propina un puñetazo en el rostro. Dos agentes de la policía presencian el incidente e intervienen. Como si ya no tuviera suficientes problemas, el chaval se encara con ellos…
Son dos casos reales que han ocurrido en Granada. De hecho, uno de ellos ya ha cumplido su condena y el otro lo estará haciendo ahora mismo. Son la evidencia de que la violencia machista no tiene edad, que también se da entre niños y adolescentes.
Según un estudio de la Universidad de Sevilla, el 6% de las mujeres sufre maltrato en su primera juventud, en las etapas más tempranas de sus vidas. El problema se da más frecuentemente entre los 14 y los 16 años, y la mayoría de las chicas, el 70%, mantenía su amistad con el maltratador. De lo cual se deduce que sólo una pequeña parte de los casos acaban en los tribunales. No se denuncia a quien se considera un amigo.
Juez Calatayud
Aún así, el inquietante fenómeno ya está asomando a las estadísticas oficiales. Según la información referida a 2009 que maneja el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), seis menores granadinas maltratadas viven con protección para evitar que sean víctimas de nuevas agresiones por parte de sus ex novios.
«Es un problema que va a más. Nos estamos equivocando en la educación de nuestros hijos. A ellos tenemos que quitarles cualquier asomo de machismo y las niñas deben aprender a ser ellas mismas, a no ser sumisas, a hacerse respetar. Es lo fundamental: los padres tenemos que enseñar a nuestros hijos que las personas tenemos que respetarnos», opina Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores 1 de Granada.
El magistrado, que ya ha dictado condenas de alejamiento contra menores acusados de violencia sexista, aconseja a las adolescentes que no dejen pasar ni una. «Cuando se produzca el primer menosprecio, el primer intento de imposición –‘no me gusta que te pongas esa falda tan corta o que te pintes tanto’, por ejemplo– o la primera agresión verbal, deben romper la relación, porque, más pronto que tarde, llegarán los golpes», avisa el jurista.
En el conjunto de la Comunidad Autónoma –y según los datos del último trimestre de 2009 hechos públicos por el Consejo General del Poder Judicial–, las adolescentes sometidas a vigilancia serían 45. Dos de ellas eran de origen extranjero. El resto, españolas.
Deben de ser casos muy graves porque, según los expertos en delincuencia juvenil, las parejas de menores se rompen antes de que los problemas crezcan. Parece lógico: por lo general, no existen los nudos –matrimonio, hijos…– que tienen las parejas adultas y es más fácil dar el portazo.
En términos absolutos, 5.639 andaluzas obtuvieron una orden de protección en los nueve primeros meses del año pasado: 1.844, entre enero y marzo; 1862, de abril a junio; y 1933, entre agosto y septiembre. Más de 1.200 eran extranjeras y el resto, nacionales.
Los últimos datos oficiales facilitados por la Subdelegación del Gobierno indicaban que en Granada había al finalizar el año pasado 106 mujeres en una situación catalogada como de riesgo extremo, lo que hacía imprescindible que tanto ellas como sus agresores estén constantemente controlados.
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