Todo el mundo tiene derecho a la presunción de inocencia. Aquí no prejuzgamos nada. Dicho esto, durante estos días en IDEAL e www.ideal.es estamos informando de la existencia en Granada de una supuesta secta que, también presuntamente, tendría esclavizadas a una veintena de jóvenes (la mayoría universitarias y con buena posición económica y profesional). Sus familias han dado el paso de denunciar lo que está ocurriendo y, lo más probable, es que se abra una investigación para tratar de determinar qué hay de cierto en todo ese asunto. Al margen de eso, no deja de sorprender que personas formadas e inteligentes caigan en las redes de unos vulgares mercachifles espirituales.
Aquí os dejo una de las informaciones que hemos publicado en el periódico.
««Se han rapado la cabeza y están anoréxicas y desastradas. Están irreconocibles». Los familiares de varias de las aproximadamente 20 jóvenes discípulas del supuesto gurú Antonio Javier Ruiz Plazas, un granadino que se presenta como profundo conocedor de distintas disciplinas orientales, se han propuesto recuperar a las jóvenes. Algunas de ellas llevan más de un lustro conviviendo con el ‘maestro’ en el ‘monasterio’ del Zaidín, en realidad, un discreto chalé situado en el populoso barrio de la capital granadina. Así que la tarea no va a ser fácil.
Además, las ‘seguidoras’ de Ruiz Plazas -porque son prácticamente todas mujeres- son mayores de edad y aseguran que están con él por su propia voluntad. Nadie las ha obligado a nada, insisten una y otra vez. Son felices así, afirman.
Incluso hay casos en los que han acabado renegando de sus familias precisamente porque les rogaron que se alejasen del presunto gurú. «¡No quiero verte ni escucharte más!», gritó una de las supuestas adeptas a sus padres después de que éstos le exigieran por enésima vez que regresara a la normalidad.
A fin de cuentas, se justifican los defensores de Ruiz Plazas, lo suyo es una religión y, como cualquier otro credo, tiene una serie de servidumbres que los no creyentes pueden no comprender. En este sentido, recuerdan que las monjas de clausura católicas entregan todas sus pertenencias a la orden y hacen una serie de votos que implican severas renuncias, y todo ello es asumido con normalidad por la sociedad. Ellos reivindican el mismo trato.
Las familias afectadas no quieren entrar en comparaciones. Lo único que saben es que sus hijas decidieron un día apuntarse a un inocente curso de yoga -una actividad que en principio nadie vería como nociva, si no todo lo contrario- y han acabado convertidas en meras sombras de lo que fueron. No tiene por qué ser un proceso rápido. Puede prolongarse a lo largo de varios años. Según los testimonios de los allegados de las presuntas víctimas de Ruiz Plazas, las jóvenes se someten a una rigurosa dieta vegetariana, lo que hace que pierdan peso de una forma alarmante. Mujeres que entraron con cincuenta kilos están ahora mismo en menos de cuarenta… y bajando».
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