Buenas, soy Emilio Calatayud. Vuelvo a llamar la atención sobre un problema que se repite: las agresiones, físicas y/o psíquicas, de los hijos a los padres. Sólo en este verano hemos tenido más de una decena de casos, que son muchos casos. Me pregunta Carlos Morán si tendrá que ver con el hecho de que, por las vacaciones, los padres y los hijos tienen que estar más tiempo juntos y eso genera más tensiones. La verdad es que no lo sé. Puede que tenga algo que ver. Lo que está claro es que no estamos equivocando en algo, porque esto no para. Los agresores son tanto niños como niñas y de todas las clases sociales, aunque predominan las familias de tipo medio, sin ningún problema de marginalidad ni nada por el estilo.
Un saludo.
Hay que ocuparse de los nenes desde que son pequeños. A ninguna edad es gracioso que falten el respeto a ningun adulto. Deberían reconocer en los adultos una figura con autoridad, que en ningún momento es sinónimo de miedo.
Uno de los síntomas de la degradación política por la que está atravesando España, después de 32 años de democracia, es la pervivencia de las ideologías que dieron lugar a la Guerra Civil. Los que vivimos la Transición, los que luchamos por la reconciliación entre españoles durante la clandestinidad, pensábamos que la creación de instituciones democráticas iba a bastar para que nuestro país tomara la senda de la modernidad, de la aceptación de la alternancia en el poder como una cosa civilizada, así como desterrar para siempre el concepto de enemigo político. Pero esto, al menos desde hace 10 años, se ha roto para nuestra desgracia. La llamada Ley de la Memoria Histórica ha reabierto las viejas heridas, y ha demostrado que las tradiciones totalitarias no habían muerto, sino que estaban en estado latente, y han surgido con nuevo vigor asumidas por personas que deberían, por su supuesta autoridad moral, comprometerse con las tradiciones democráticas, pluralistas, y no aparecer como representantes de una verdad histórica, sectaria, irrebatible. Uno de los ejemplos, entre otros, de esto que digo es la distinción, en el terreno de la poesía, entre poetas comprometidos con la causa del bando republicano y de los que estuvieron con el bando nacional.
En unas declaraciones a los medios de comunicación, Luis García Montero reivindica la “calidad literaria” del poeta Luis Rosales. Esta calidad literaria estaría desvinculada de la actitud política del poeta durante la Guerra Civil y la posguerra, al que hay que perdonar sus errores políticos e ideológicos, porque su poesía no estaría ligada “con el discurso franquista o las cruzadas ni con los signos victoriosos, sino con una conciencia interior de culpa”. Esta visión de la poesía de Rosales es radicalmente opuesta cuando se habla, por ejemplo, de Alberti. Aquí surge una especie de visión maniquea de la poesía y de los poetas. En el caso de Alberti se resaltaría su compromiso histórico, heroico, inmaculado, con la II República, sin mentar, como sí se hace con Rosales, sus relaciones ideológicas más oscuras con el Partido Comunista, con su discurso totalitario y antidemocrático, donde la conciencia interior de culpa no existiría, obviamente.
Esta visión, no sólo de la poesía, sino de la historia, en nada ayuda a fortalecer las instituciones democráticas en España; al contrario, a veces esas instituciones pueden servir al propósito opuesto al que estaban destinadas. Este maniqueísmo histórico en nada ayuda a lo que podríamos llamar como marco moral y legal de las instituciones. Una sociedad que no es capaz de curar las heridas del pasado está destinada a fracasar en cualquier empresa que se proponga. Y con eso no se juega, ni al bueno ni al malo.
Yo de mis «nenes» me he ocupado desde que nacieron. Mira si me he ocupado que sacrifiqué el trabajo fuera de casa por estar con ellos. Nunca permitimos la falta de respeto y por supuesto nunca les causamos miedo…El resultado?, cada uno completamente distinto al otro, no tienen nada que ver, parecen que se hayan criado en familias diferentes.
Influye muchísimo el entorno en el que se mueven y hay una edad, mal que nos pese, que eso no lo podemos controlar. Los amigos, el entorno, la sociedad, incluso la escuela…son cosas que los padres no dominamos, no podemos estar en todas partes como Dios.
las relacionse con lso demás no son sencillas y las relaciones familiares menos.Si añades a lo naterior que cada vez se educa menos en respetar al que tienes en frente y cda vez más en el que hay que conseguir todo lo único quiere sea cual sea el precio,da que a la mínima negativa el hijo catúa como se le ha enseñado.