Curioseando en el cajón de saldos de un gran almacén me topé con una copia en ‘deuvedé’ de ‘Navajeros’, la película de Eloy de la Iglesia que contaba la historía de ‘El Jaro’, un delincuente infantil que vivió deprisa y murió demasiado joven. La compré. Yo había visto la película cuando salió, a principios de los años 80 del siglo pasado. Por aquel entonces tenía la misma edad que los protagonistas del filme,quince o dieciséis años, y vivía en un lugar en el que abundaban las bandas de delincuentes juveniles. La película no era una obra maestra, pero ha envejecido bien. Me gustó volver a verla. Caí en la cuenta que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor. En ‘Navajeros’, un periodista interpretado por José Sacristán, da estadísticas de la época que son muy interesantes: entonces, como ahora, había un 45% de paro juvenil en España. La tasa de criminalidad en ese sector de la población era elevadísima y el 75% de los delincuentes infantiles y juveniles, a diferencia de ahora, pertenecían a la clase trabajadora. Hoy también hay un 45% de paro juvenil en España, pero, afortunadamente, los afectados no se han dedicado a pegar palos, no se han echado al monte como los ‘navajeros’ de los años 80. Pero también están indignados… No hay más que echar un vistazo a las calles. A la mayoría de los ‘navajeros’ se los llevó por delante la droga: la heroína mató a miles y miles de jóvenes en España, un aunténtico ‘genocidio’. Todos los que nacimos en los 60 o los 70 conocimos a alguien que tuvo problemas con las drogas. Afortunadamente, eso tampoco va a pasar ahora. Pero la indignación ahí está… Divago. Ni siquiera sé muy bien lo que quiero decir, pero creo que se me entiende.