Ayer hablábamos de las merendillas raras que nos hacíamos los chavales y chavalas de cuando entonces, de cuando ni siquiera existía la prima de riesgo. Ahora hay que atreverse a probarlas (estaría bien hacer un libro de recetas..). Bueno el caso es que el señor LLompart, que es profesor en Aracena, sacó a colación tema que suscitó nuevas reflexiones. Cuando llegó al instituto preguntó a ver cuántos chavales se habían subido a un árbol y solo respondieron afirmativamente un 10%. Una sociedad en la que los niños no se suben a los árboles es una sociedad un poco decepcionante. Habría que crear una plataforma o algo así para recuperar costumbres sanas como la de echarte a rodar por una ladera cubierta de hierba primaveral, subir a los árboles, mojar los pies en algún riachuelo que baja helado de las sierras, cazar renacuajos o ¡trillar! En los veranos de mi infancia en Extreamadura yo llegué a trillar… ¿Habrá algún sitio donde se haga todavía? Estoy seguro que si alguien lo pone de moda, aunque sea en un centro comercial, se forra, ja, ja, ja.
Y es que eso mismo hablamos en nuestros cafés mis hermanos y yo, que a los niños de hoy les falta libertad, muchos se echaran las manos a la cabeza pero es así y no hay más, cuando yo volvía de la escuela dejaba la cartera y cogía el bocadillo de embutido y a corretear por la calle, luego a casa y los deberes, la puerta de casa estaba siempre abierta para entrar y salir, iba sola a comprar y sola a la escuela y hasta a la piscina con mi bici y mis amigas pero ahora nadie va solo por la calle a no ser que supere los doce entonces ya casi les toca salir de casa para entrar al bar no tienen calle, juegos, paseos, bici y más bici, no suben árboles, no ven rebaños pasar, no matan abuelas (tocar los timbres), no pisan charcos, no pintan con tiza el suelo, no saltan combas ni hacen de espías en las frescas, ni deshojan margaritas, ni amapolas, ni hacen casetas con las cañas, ni cogen renacuajos, ni lombrices, ni moras…. ni na