Facebook ha salido a bolsa y ha obtenido una valorización de 104.000 millones de dólares, muy por encima de los 23.000 millones de dólares que valía otro gigante de internet, Google, cuando dio sus primeros pasos como empresa en la Bolsa en 2004. Lo curioso de esto, aparte de que unos cuantos jóvenes con una gran idea se hayan forrado hasta límites inconcebibles, es que la mercancia, la base del negocio, somos nosotros. Si ahora mismo los 500 millones de usuarios activos de Facebook (dicen que somos 900 millones en total) pidiésemos la baja, la compañía se iría a la ruina. Los responsables de Facebook han hecho fortuna facilitándonos una herramienta para que ‘subiéramos’ y ‘compartiéramos’ nuestras vidas en Internet: el bautizo de Manolín, las vacaciones en Benidorm… Eso que antes hacíamos y soportábamos en sesiones familiares y con cintas de VHS, ahora se podía contar a todo el mundo. Y unos 500 millones seguimos haciéndolo. Ahora sabemos que nuestros pensamientos, peripecias, ocurrencias… nuestras vidas, o mejor dicho, el reflejo de nuestras vidas, vale 104.000 millones de dólares. Ahora sabemos que nos hemos vendido para que otros se hicieran multimillonarios. Ahora sabemos que tenemos el poder, pero no el dinero. Ahora sé que soy una acción de Facebook. Nunca imaginé que llegaría a ser una cosa tan rara, la verdad.