La noticia produce escalofríos. Malala Yusufzai, una niña de catorce años que ha luchado valientemente por el derecho a la educación de las mujeres y niñas en Pakistán, ha sufrido un atentado que a punto ha estado de costarle la vida. Ojalá se recupere cuanto antes. Es increíble que todavía haya fanáticos religiosos que, en su afán por relegar a las mujeres, cometan este tipo de atrocidades. Según la agencia Efe, la niña adquirió relevancia internacional hace tres años, cuando se conoció su identidad después de explicar bajo pseudónimo en un blog el régimen de terror impuesto por los talibanes en su región natal del Valle de Swat, en el extremo norte de Pakistán.
Dos hombres detuvieron el martes el vehículo en el que viajaba, preguntaron quién era Malala y le dispararon, según relató hoy a la agencia Efe un responsable policial de Swat, Wazir Badshá, quien reconoció que nadie ha sido aún arrestado por la agresión. Los talibanes reivindicaron el ataque en un extenso comunicado enviado a medios locales en el que afirmaban que «Malala fue atacada por su papel pionero en la prédica del secularismo y de la llamada ilustración moderada».