Aqui, en Granada, el Juzgado de Menores número 1 (que es el que dirige don Emilio) ha condenado a dos chavales que organizaron una pelea de gallos y a la que asistieron varios niños más que cruzaban apuestas. Uno de los gallos acabó tuerto y el otro, con la cabeza abierta. Los chicos estaban acusados de un delito contra la fauna y los dos reconocieron su culpa. El juez impuso a uno de ellos un año de libertad vigilada y al otro, cien horas de trabajo en beneficio de la comunidad que cumplirá en la Sociedad Protectora de Animales.
Los muchachos organizaron la pelea en plena calle y a la luz del día. Y, para colmo, alguno de los presentes grabó la escabechina y la filmación terminó en Internet. En cuanto la Guardia Civil tuvo el vídeo, la resolución del caso fue coser y cantar. Los menores no se habían preocupado de ocultar sus rostros ni nada por el estilo. Esto es un muy llamativo. Con las nuevas tecnologías, todo se graba y se convierte en un espectáculo. Incluso algo tan necesariamente íntimo como el delito. Es un mundo raro en el que las reglas no parecen estar claras.