Viernes Santo. Está nublado y amenaza lluvia en Granada (así llevamos toda la Semana Santa). Día libre. A pesar del precio, tarde de cine. La elección: ‘Los últimos días’. Entre otros y otras, sale José Coronado. La crisis económica convertida en una extraña plaga que mata. La ciudad de Barcelona, después del Apocalipsis. Lo que antes solucionabas con un gesto, ahora requiere una proeza. Restricciones. Peleas. Lucha por la vida. La historia no es nueva. En realidad, ninguna lo es. Pero se deja ver. Final feliz… ¿o no?
El caso es que la peli me recuerda la infancia y la juventud de los hijos de ciudad que ahora tenemos entre 45 y 50 años. Había tantas carencias que parecían los últimos días, pero lo cierto es que eran los primeros. Todo estaba en construcción. Un canal de televisión. Con suerte dos. En blanco y negro, claro. Los cascos de botella se reutilizaban. Los cortes de agua. Los juegos en la calle. Los matones de barrio. Las pandillas. Las aceras remendadas. No había cajeros automáticos. Internet era ciencia ficción. Igual que los móviles. Ibas a la tienda, solo había una, y podías pedir barra y media de pan (igual todavía queda algún sitio que lo hace.). Los transportes públicos, siempre atestados de gente. Viajar con Renfe era una odisea de tarteras y tumultos. Las fábricas echando humo negro…
Vamos, que nosotros ya sabemos cómo es el Apocalipsis (y no digamos nuestros padres y los padres de nuestros padres). Y sobrevivimos.