Uno suele guardarse siempre un buen -o mal- libro para devorarlo en verano. Lo más normal es que sea un novelón de crímenes y por ahí. Al menos, ese es mi caso. Pero este estío de 2013 no hay novela que valga. La realidad española tiene más suspense que cualquier historia de ficción policías y ladrones. Cada día, un nuevo capítulo. ¿Cómo acabará? Eso sí, los personajes son penosos. Nadie es perfecto. Además, la perfección no interesa. Por cierto, cuidado con los sms y el ‘guasapeo’: su tinta es imborrable. Otra desventaja de las nuevas tecnologías.