Buenas, soy Emilio Calatayud. Os cuento una historia real. Una chica normal -sus padres tienen un buen trabajo: clase media, para entendernos- lleva una vida normal hasta que se enamora de un quinqui, que es como se les llamaba antes, un joven mayor que ella, y mayor de edad, que se ‘gana la vida’ como ladrón de viviendas. El mal de amores hace que la niña se convierta en su cómplice y la pareja roba en varias casas habitadas. Tras unos cuantos golpes, son detenidos, ella entra en un centro correccional y él, en la cárcel. La ley les separa. Luego llegan los juicios y las condenas. Poco a poco, el mal de amores se va diluyendo, se va curando, y la chica vuelve a los estudios. Aunque sigue encerrada, ya está en segundo de Bachiller. No quiere saber nada de su novio, que sigue en la cárcel, y tiene planes: quiere estudiar criminología e intentará ingresar en la Guardia Civil. Hace unas semanas habló con el guardia que la había detenido y se lo comentó. Es lo que llaman un final feliz, ¿no?
Bien está lo que bien acaba.
Si el tema acaba bien merece la pena tanto follón.