Un chico de quince años ha apuñalado, presuntamente, a su hermano de catorce.
Un menor ha ingresado en un centro de internamiento por haber provocado, también presuntamente, un incendio en el que fallecieron sus hermanos de seis y un año.
Ambos sucesos han ocurrido en Andalucía. Son dos casos extremos que ponen de manifiesto que cuando los autores y las víctimas de un crimen son de la misma familia el desgarro y la tragedia son dobles. Los padres tienen que hacer un doble examen de conciencia y llorar por las víctimas, pero también por los agresores. A mí me ha tocado algún caso así, son excepcionales, afortunadamente, y son situaciones que impresionan mucho. No te acostumbras. Es imposible.