El hermano mayor del hermano mayor

Buenas, soy Emilio Calatayud. Hace unos meses, Pedro García Aguado, el ‘hermano mayor’, y el profesor Francisco Castaño Mena me pidieron que prologase su libro, que ahora ha publicado la editorial Grijalbo. Aquí os dejo lo que se me ocurrió. Espero que os guste, os dé ganas de leerlo y os sirva. Un saludo.

Título: APRENDER A EDUCAR. HERRAMIENTAS PARA PREVENIR EL FRACASO ESCOLAR Y EL MAL COMPORTAMIENTO.

Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores 1 de Granada.

«Pedro García Aguado y Francisco Castaño Mena son dos tipos valientes. Ahora se lo explico. El primero, supongo que a estas alturas de la película habrá pocos que no lo sepan, se hundió en lo personal al mismo tiempo que tocaba el cielo en lo deportivo. Fue campeonísimo del waterpolo y drogadicto. Conoció los extremos de la vida a la vez. Y fue valiente porque quiso y pudo salir del fondo para reinventarse. También quiso y pudo bajar de la cumbre, que, como dicen los alpinistas, es lo más complicado. Y todo eso lo ha puesto al servicio de los demás. ¿Por qué? Porque es valiente.
Solo les diré una cosa: Cuando pienso en lo que Pedro ha pasado se me quitan las ganas de sentirme el hermano mayor del hermano mayor.
Francisco Castaño no le va a la zaga en valentía. Es profesor de ESO, un oficio que requiere valor, y ha sido pionero en buscar una vocación a los alumnos desmotivados y tímidos para los estudios. Yo siempre defiendo que los niños, aunque sean problemáticos, tienen que estar en la escuela, que la sociedad tiene que esforzarse en encontrarles un sitio en el mundo. Lo fácil es expulsarlos y lavarse las manos. Mi experiencia como juez de Menores me ha enseñado que todos valemos para algo.
Yo he ‘condenado’ a chavales a limpiar cementerios y me lo han agradecido. Nunca se sabe dónde puede haber un sepulturero en ciernes.
Por eso digo que Francisco Castaño es valiente, porque se atreve a aportar soluciones para aquellos que, según muchos, no tienen arreglo. Pero Pedro y Francisco son valientes por más cosas. Por ejemplo, por tener la osadía de titular este libro ‘Aprender a educar’. Siempre digo que yo no puedo dar recomendaciones para ser un buen padre y educar bien. Lo que sí puedo hacer es dar consejos para formar a un buen delincuente, caso de aquel que dice: “Nunca regañe a su hijo ni le diga que ha obrado mal. Podría crearle un complejo de culpabilidad”.
Pues bien, en esta obra que tienen ahora en sus manos, Pedro y Francisco, que son padres, hace exactamente lo contrario: ofrecen herramientas útiles para formar familias razonables (ya sabemos, o deberíamos saber, que la perfección no existe) y nos llevan de viaje al sentido común, al punto medio en el que habita la virtud. El profesor ya no es ni debe ser aquel señor don Francisco del antiguo régimen, pero tampoco el ‘Paquillo’ que nos trajo la ansiada libertad. Entre ambos extremos está el equilibrio. Atreverse a encontrarlo es de valientes».

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