Buenas, soy Emilio Calatayud. Pedro es un inmigrante nigeriano que vende pañuelos en un semáforo de Sevilla. El otro día se encontró una cartera con 16.000 euros, tres mil en metálico y el resto en cheques, y se la entregó a la Policía. Ojalá no tenga que verme en su misma situación, porque no sé lo que haría. Tres mil euros te arreglan las Navidades y lo que no son las Navidades.
Pero a lo que voy. En todos los barrios hay un Pedro. El nuestro, el del Albaicín de Granada, es de Guinea y todos le llamamos Miguel, aunque no sabemos si ese es su verdadero nombre, pero como a él no le molesta, pues ya está. Miguel es un vendedor callejero. Yo le he comprado algunos cinturones y guantes. Su verdadera profesión es profesor de Matemáticas, pero se ha tenido que conformar con lo que había. Cuando llegó, vivía en pueblo que está a unos diez o doce kilómetros de Granada y todas la noches, cuando terminaba la jornada, se iba andando hasta allí. ¡Andando! Vivía en un piso patera con no sé cuantos ‘Pedros’ y ‘Migueles’ más. Ahora ya tiene un cochecillo y no tiene que darse esas caminatas. Es buena gente. Lo mismo que la ley permite expulsar de España a los inmigrantes que delinquen, el Gobierno debería dar la nacionalidad española a Pedro… y a Miguel. Un saludo.