Soy Carlos Morán, el compañero de blog de don Emilio. Aquí va una historia curiosa. Un juzgado de Granada ha recibido un auto -una resolución motivada, para entendernos- en la que un tribunal catalán decreta el archivo de una investigación penal abierta a un ciudadano granadino. Hasta aquí, todo normal. Lo sorprendente es que el auto de marras está escrito en catalán, que no es un detalle menor. El juzgado granadino podía hacer tres cosas: desentenderse del problema y confiar en que el ciudadano granadino tuviera los suficientes conocimientos de catalán como para descifrar el texto del auto; dos, contratar a un traductor; y tres, devolver el documento al juzgado de origen para que lo vuelvan a mandar escrito en castellano o español, tanto monta, monta tanto. Pues bien, el juzgado granadino ha optado por esta última solución, que, dicho sea de paso, es la más sensata. Un auto de archivo de una investigación penal no es cualquier cosa: significa que no hay ningún indicio de que el investigado haya delinquido… Y, claro, conviene asegurarse de que una noticia tan tranquilizadora llega a sus destinatario y, sobre todo, la entiende. Es la única manera de que pueda celebrarlo.