Buenas, soy Emilio Calatayud. No es la primera vez que me ocurre, y espero que tampoco sea la última, pero siempre me gusta contarlo. El otro día vino un joven de 24 ó 25 años por el juzgado para participar en juicio como testigo. Cuando acabó, se acercó a la oficina y dijo delante de mis funcionarias: «Cracias por encerrarme. Yo estaba metido en la droga y gracias a que usted me encerró cuando era chaval me quité de la droga y de la delincuencia. Tenía que haberme metido más meses de encierro: quería que lo supiera. Cuando salí, me fui de voluntario con Proyecto Hombre y ahora tengo un trabajo y una vida normal».
No puede haber mayor satisfacción que escuchar algo así para los que trabajamos en los juzgados de Menores -fiscales, secretarios, funcionarios, jueces, policías, guardias civiles…-. Momentos así nos recuerdan que este trabajo merece la pena. Por eso siempre digo que quiero jubilarme siendo juez de Menores.
No me imagino a los corruptos adultos, y es solo un ejemplo, dando las gracias a los jueces que los encarcelaron. Ojalá pasara.