Buenas, soy Emilio Calatayud. El otro día, un buen amigo que trabaja en un centro de internamiento de menores infractores me contó que un chaval que estaba encerrado por maltrato familiar le faltó al respeto a su madre cuando fue a verle. Fue una situación tensa y desagradable que demostraba que al chico le faltaba aún un buen trecho por recorrer para reinsertarse en la sociedad. La terapia que se le recomendó al niño fue que, una vez calmado, telefonease a su madre para decirle: ‘Te quiero, mamá’. El muchacho aceptó y, ya puestos, el educador le pidió que le enviase 25 besos a través del teléfono, «25 y que yo te oiga».
Es una pena que merece la pena. Aplicarla a vuestros hijos de vez cuando. Y cara a cara, sin teléfono. El cariño es una gran vacuna contra la violencia.