Hola, soy Carlos Morán, el compañero de blog de don Emilio. Os cuento un sucedido real como la vida misma. Me dispongo a recoger el coche en un aparcamiento público de Granada y observo que el vehículo que está junto al mío ha maniobrado para salir, pero no acaba de hacerlo. Espero un minuto para facilitar las cosas, pero el automóvil en cuestión sigue en tierra de nadie, o sea, ni ‘patrás’ ni ‘palante’. Como tengo algo de prisa, decido entrar en mi vehículo para arrancar de una vez y pirarme. Pero entonces la conductora del turismo ‘dubitativo’ abre la ventanilla y me plantea el siguiente dilema: «Oiga, es que mi hija no quiere sentarse en la sillita para niños. ¿A que si no obedece, usted le va a decir algo, verdad?». Asentí estupefacto. ¿Qué otro cosa podría hacer? «Ya sabes, niña, siéntate en la sillita y deja que te ate o este señor te riñe». Y la pequeña se rindió.
Unas preguntas a modo de moraleja: ¿Qué habría hecho esta mujer si no llega a pasar por allí ningún ser humano para convencer a su hija? ¿Quedarse todo el santo día en el aparcamiento? ¿Qué hará cuando la chiquilla no quiera comer o dormir, llamar a la vecina?