Buenas, soy Emilio Calatayud. De los padres heredamos lo bueno y lo malo: la educación, la rectitud, el cariño, pero también la diabetes, como es mi caso. Me he enterado hace poco de que soy diabético y bueno, ya me estoy acostumbrando. La edad y la genética tienen estas cosas. Un achaque más. Y la mía no es de las peores, pero hasta que no te pasa, no sabes lo que es. Ahora, casi sin darme cuenta, leo todo lo que cae en mis manos sobre la diabetes y antes ni me fijaba. He sabido, por ejemplo, que hay perros que están entrenados para olfatear las subidas y bajadas de azúcar en los humanos. O sea, que salvan vidas.
Además, y por fortuna, cada vez hay más avances. Por ejemplo, existen sensores que van pegados a la piel para detectar los niveles de azúcar y que evitan que los enfermos tengan que pincharse en los dedos. Porque hay gente que está pinchándose desde que son niños… Y para un niño vivir así es muy duro. Lo sé porque los he visto en el juzgado. Que nada, que aquí tienen ustedes un diabético más.