Buenas, soy Emilio Calatayud. Cuando yo era niño, y ya sé que hace mucho tiempo de eso, y celebrábamos mi cumpleaños la fiesta consistía en que venían cuatro o cinco amigos y se tomaban un trozo de tarta de chocolate -que había hecho mi madre- con un cola cao y luego todos a la calle a pegar patadas a una lata. Incluso como las familias eran tan numerosas, había veces que los padres se olvidaban de felicitar a alguno, ja, ja, ja.
Ahora las fiestas de cumpleaños de los niños son como los oscars de Hollywood o una boda de postín: se imprimen invitaciones, los niños se meten un banquete de bigotes y luego acaban en un parque de atracciones, o relajándose en un spa, o subiendo en un helicóptero… o qué se yo. ¿No nos estaremos pasando?
De todas formas, si se trata de que tengan una experiencia alucinante, ¿qué tal llevar a los niños a coger aceitunas después de apagar las velas y así aprenden un oficio?