Buenas, soy Emilio Calatayud. Parece mentira que seamos paisanos de Miguel de Cervantes y del Quijote: cada vez hablamos menos y peor. Ahora nos ha dado a todos por los dichosos emoticonos. Le dices a alguien en un mensaje, y es un ejemplo ficticio, que tu madre está peor de lo que creían los médicos y el otro te manda un dedo hacía arriba o una carita triste. ¡Pero qué dedo hacia arriba ni qué careto triste! ¡Coño, llámame, háblame! O mejor todavía, vamos a quedar y dame un abrazo. ¡Cómo va a ser lo mismo un dedo hacia arriba que unas palabras de cariño y de ánimo dichas a la cara mientras te tomas un café o una cerveza! ¡Cómo va a ser lo mismo un ‘felicidades’ o un ‘te acompaño en el sentimiento’ dichos a la cara que un emoticono!