Hola, soy Carlos Morán, el periodista que comparte este blog con don Emilio y ahora mismo no sé si soy la parte contratante de la primera parte o si mi hijo es mi padre. Me explico. Lo que os contaré a continuación está basado en hechos reales. Pese a que los tratados europeos defienden que los ciudadanos de la UE pueden moverse libremente por los países miembros de la Unión, lo cierto es que no es una verdad absoluta: siempre hay que cumplimentar algunos trámites, sobre todo, cuando los viajeros son menores de edad. Y está bien que así sea. Por ejemplo, la autoridad administrativa correspondiente exige que estén presentes el padre y la madre cuando el menor solicita un documento personal, caso del DNI o el pasaporte. Y está bien que así sea. Dicen que es una precaución que sirve para conjurar el riesgo de que el padre o la madre se lleven al niño a otro país sin el conocimiento del otro.
Total, que cuando, tras varias idas y venidas, crees que ya tienes todo lo que necesitas, te piden un esfuerzo burocrático más: una fotocopia compulsada del DNI del menor, o sea, de mi hijo. Pensaba un servidor que lo de ‘compulsar’ -esto es, que un funcionario diga que este papel es el que parece ser y ponga un sello para sostenerlo- ya había pasado a la historia, pero no… Me dirijo al Ayuntamiento para la compulsa, pero me dicen que tengo que ir a una dependencia que está en el quinto pino y que, además, me van a cobrar. Así que voy a otro departamento de la administración general del Estado donde parece que no cobran -no está la cosa para dispendios- y me comentan que sí, que allí hacen compulsas, pero que tiene que venir el interesado -o sea, mi hijo- o, en su defecto, presentar una autorización por escrito del chaval que diga lo siguiente: «Yo, fulanito de tal, menor de edad, autorizo a mi padre, fulanito de cual, mayor de edad, para que me haga una fotocopia compulsada». ¿A que mola?