Buenas, soy Emilio Calatayud. Cada día pienso que mi capacidad de asombro está agotada, pero cada día tengo que reconocer que no es así. Es lo que tiene trabajar en un Juzgado de Menores, que no te aburres aunque quieras. El caso es que, de vez cuando, conviene desconectar y lo voy a hacer con un sucedido, él jura y perjura que es cierto, que me contó un amigo. Estábamos hablando de cosas de salud y de repente me suelta: «Mira, Emilio, en mi pueblo la gente sólo se muere de tres cosas: de lo ‘suyo’, de algo malo o de repente». Y me tuve que reír, claro. En esa frase está toda la medicina del mundo.