Buenas, soy Emilio Calatayud. Desde hace ya un tiempo, en nuestro juzgado confiscamos los móviles que han servido para cometer un delito. Cuando los afectados o sus padres, generalmente los padres, abonan la responsabilidad civil, es decir, cuando pagan monetariamente por lo que han hecho, se les devuelve el aparato. Cuando se les da la noticia de que van a tener que prescindir del móvil, y ya lo hemos contado, lo normal es que sufran ataques de histeria o se suban por las paredes. Vamos, que no se lo toman bien, por decirlo suavemente. Pero luego, y aquí va el mensaje de esperanza: el otro día pasó por el juzgado una niña que llevaba un par de semanas si móvil y le pregunté: “¿Qué tal?” “Sigo viva”, respondió ella. Me alegré. Hay vida más allá de los móviles.