Los niños y los adolescentes tienen derecho a la intimidad. ¡Faltaría más! Pero ese derecho a disfrutar de un ámbito de privacidad no es absoluto. Existen límites. Viene esto a cuento de que, con alguna frecuencia, hay pediatras que, en el ejercicio de su profesión, tienen conocimiento de que pacientes suyos de doce o trece años han tenido relaciones sexuales y padecen una enfermedad venérea. ¿Deben los pediatras comunicárselo a los padres del los chicos o chicas, que de todo hay, o respetar su intimidad y el secreto profesional? Mi consejo es que alerten a las familias de los pacientes, porque está en juego el derecho a la salud de otros menores y porque deben saberlo, que para eso son los padres, mantienen a los niños y son responsables civiles de lo que hacen.