Buenas, soy Emilio Calatayud. Hace ya unos años, los representantes de una productora de televisión me preguntaron mi opinión sobre la posibilidad de hacer una serie de televisión que narrara el día a día de un juez de Menores. Yo, que no sé nada de televisión, les dije que creía que en mis libros había historias sobre chavales que seguro que interesarían a alguien. Ellos me dijeron que bien, que vale, pero que también había que crear una serie de tramas para atraer a los espectadores. Picado por la curiosidad, pregunté que de qué iba eso de las tramas. Y me contestaron que el juez tenía que tener un lío con una fiscal, que luego lo dejaba para enamorarse de un policía…
‘No lo veo, no veo a un juez como yo, que es al que mejor conozco, metiéndose en esos berenjenales sentimentales. ¿No valdría con contar los casos y tal?», insistí en mi idea.
«Sí, si eso está fenomenal, pero ¿y si una joven delincuente de 17 años se enamora del juez…?»
‘No lo veo’, repetí yo.
«Y sí el juez se separa y se vuelve alcohólico y acaba cometiendo un delito».
«No lo veo’, repetí yo.
Conclusión de los productores: «Pues no hay serie», ja, ja, ja, ja.
Querían una serie sobre un juez de Menores, pero para mayores.