Buenas, soy Emilio Calatayud. Normalmente, los fiscales y los jueces, a la hora de imponer la medida de trabajos en beneficio de la comunidad, buscamos alguna capacidad o algún talento en el ‘chorizo’ de que se trate para intentar hacer carrera con él, y, en la mayor parte de las ocasiones, suele funcionar.Así, y además de aprender a leer y escribir, hemos condenado a niños a asistir a clases de guitarra o baile flamenco, a aprender peluquería, etc. Pero luego están los pijos, que habitualmente no parecen tener ningún talento oculto. Como se lo han dado todo, resulta que no saben hacer nada, salvo gandulear. Y cada vez condenamos a más pijos. Pues bien, según nuestra experiencia, a estos chicos les sienta muy bien barrer -limpiar cosas en general- o servir comidas en comedores sociales, por poner sólo dos ejemplos. Al principio, es como si estuvieran en otro planeta, pero, al final, se acostumbran y se les quita la ‘pijería’.