Buenas, soy Emilio Calatayud. En el anterior comentario hablábamos de los éxitos de los fracasos, pero no todo es blanco o negro. También hay éxitos que acaban convirtiéndose en fracasos y viceversa. Un ejemplo de esto último fue una niña que era más mala que un dolor y a la que tuve que juzgar y condenar varias veces porque no había manera de enderezarla. Me dio muchos dolores de cabeza, pero también era muy divertida. Una vez me escribió la siguiente carta: «Emilio, me he fugado del centro para ir a verle al juzgado, pero como no estaba, sigo fugada. Un besito». La cogimos y, años después, supe que se había convertido en una mujer hecha y derecha y en una buena madre. Me alegré, claro.