Hola, soy Carlos Morán, el periodista compañero de blog de don Emilio. Aquí os dejamos una historia que le ocurrió al juez recientemente y le dejó boquiabierto, y mira que es difícil que a estas alturas de la película se sorprenda por algo. Es la historia de un gitanillo ‘granaíno’ que aprendió árabe al convivir con ‘niños-patera’ en un centro de protección para menores en desamparo y ejerció de traductor de ese idioma en su propio juicio. Esperamos que os resulte interesante… y os emocione. He aquí la verdadera alianza de civilizaciones.
«El juicio amenazaba con convertirse en un trabalenguas. El intérprete oficial de árabe era sirio y no acababa de entenderse con uno de los acusados, que era de nacionalidad marroquí e intentaba prestar declaración por videoconferencia. No había manera.
Lo sorprendente es que la solución estaba sentada en el banquillo. Se llamaba Mario -no es su nombre real-, un adolescente de 16 años que, para sorpresa general, pidió la paz y la palabra. Y el magistrado Emilio Calatayud decidió escucharle. No tenían nada que perder y la sombra de la suspensión planeaba ya por la sala de vistas. «Don Emilio -dijo el mozo-, ¿me deja usted que le pregunte yo al chico?». «Adelante», respondió el jurista sin poder imaginar lo que estaba a punto de suceder. Mario comenzó a hablar en árabe con el muchacho magrebí, que, contestaba aliviado al improvisado traductor y compañero de fatigas -ambos estaban procesados por un hurto-.
Tanto fue el consuelo del joven marroquí que incluso se echó a llorar. El togado, confundido, preguntó entonces al chaval que si era de Marruecos o es que había vivido allí. «No, don Emilio, si yo soy de aquí. Soy ‘granaíno’ y gitano. Lo que ocurre es que he pasado tanto tiempo con los ‘morillos’ que me puedo entender con ellos», explicó el muchacho.
Efectivamente, Mario llevaba un lustro bajo la tutela de la Junta de Andalucía y había aprendido el árabe al convivir con los ‘niños-patera’ en los centros de protección. De hecho, el delito de hurto que llevó al banquillo al joven marroquí y a su traductor ocurrió en uno de esos establecimientos. Mario admitió que fue él quien entró en la habitación de un educador y se apoderó de 575 euros en efectivo, una ‘tableta’ y un ‘manojo’ de bonobuses valorado en 200 euros.
Ahora Mario, que hizo de «intérprete» en el «presente juicio» con «un resultado sobresaliente» -enfatiza la sentencia-, tendrá que pagar por lo que hizo. En este sentido, estará un año en libertad vigilada, un tiempo durante el que, entre otras cosas, tendrá que «profundizar en el conocimiento del árabe, fundamentalmente hablado», para «poder integrarse en el mundo laboral como mediador o integrador con menores inmigrantes en centros de protección», especifica la resolución judicial.