Buenas, soy Emilio Calatayud. Me pasan por ‘el Internet’ una entrevista con la periodista Eva Millet, autora del libro ‘Hiperpaternidad’. Y estoy plenamente de acuerdo con ella -en otras cosas discrepo- cuando afirma que la familia no es una institución democrática, que no podemos estar preguntándole a los críos de tres años que qué quieren para cenar. Y es cierto: ni a los de tres, ni a los de diez, ni a los de quince… Esto es lo que hay y cuando seas padre o madre comerás carne, que es lo que nos decían a nosotros. La familia no puede ser una institución democrática porque entonces caeríamos en el colegueo y seríamos amigos de nuestros hijos, que es un error notable.
A diferencia de las democracias, en la familia tampoco hay separación de poderes: los padres hacen las normas, las ordenan ejecutar y castigan al que no las cumpla, Tres en uno. Los padres son el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Siendo niño, cometí una trastada -ahora sería un delito, porque ahora todo es delito- y mi padre instruyó la causa, dictó la sentencia y aplicó el castigo. Ni abogados defensores ni ‘na’. Y no nos pasó nada por eso. Lo cual no quiere decir que la familia tenga que ser una dictadura, pero repito, tampoco una democracia. Y hay quien se empeña en que la familia sea una democracia y se equivoca.
Igual que el Ejército tampoco puede ser una institución plenamente democrática. Se imagina alguien a un mando preguntando a los soldados en plena batalla que qué les parece tomar tal o cual colina, y lo soldados diciendo, ‘luego más tarde si eso’ o ‘yo es que no lo veo mi capitán’ o ‘Es la hora de la bocadillo’ …