Buenas, soy Emilio Calatayud. Siempre he defendido que es muy beneficioso que los menores de edad asistan a los juicios en los que se juzga a otros menores. Además de una buena vacuna, conocen de primera mano el fin último de la justicia, que no es otro que la reinserción. Y eso se aprecia muy bien en los juicios de menores, porque, afortunadamente tenemos el personal y los técnicos para intentar, y en la mayoría de los casos, lograr, la reinserción. Os voy a poner un ejemplo real para que se entienda de qué estoy hablando.
En el banquillo se sienta un chico de 16 años que ha cometido un hecho delictivo y está encerrado en un centro de internamiento por ello. Su evolución está siendo muy buena. Ha vuelto a estudiar y con buenos resultados. Todos, incluido él, coincidimos en que debe seguir encerrado. Incluso acordamos aumentarle un poco la medida para que termine la ESO. Entonces su abogado, esto es, el defensor, pide la palabra para solicitar, con el visto bueno de su cliente y sus padres, que se eleve todavía más el periodo de internamiento. «¿Cuánto tiempo más?», pregunto yo. «¿No podrían tenerlo encerrado hasta que cumpla los 18 años, es que va muy bien? A ver si se saca también el Bachiller».
«Oiga, que usted es el defensor», le recuerdo yo. Todos ríen, hasta el chaval. Eso es la reinserción. Doy gracias a Dios por tener el trabajo que tengo.