Buenas, soy Emilio Calatayud. Supongo que vuestros hijos ya os habrán dado las notas de la primera evaluación, o como se llame ahora, o estarán a punto de hacerlo. Y seguro que muchos traerán en la cartilla, o como se llame ahora, algún suspenso, vamos que no habrán progresado adecuadamente, que creo que es como se dice ahora. Pues bien, calma. Un suspenso también es una lección, también enseña, y os lo dice uno que llegó a suspender prácticamente todo, lo que me valió pasarme una verano muy entretenido en el reformatorio para pijos de Campillos, provincia de Málaga. Los suspensos forman parte de la vida. Que levante la mano el que no ha tenido alguno alguna vez. Los niños tienen que aprender a afrontar sus fracasos, tienen que caer para aprender a levantarse. No estoy diciendo que celebremos los suspensos, no, eso sería absurdo y contraproducente. Pero un suspenso tiene que ser un estímulo para superarse y crecer, para que nuestros hijos se fortalezcan, porque estamos haciendo niños muy ‘light’, muy flojos, que es como se dice en español (es que yo también estoy contaminando del bilingüismo imperante y mira que lo critico, ja. ja, ja,)