Buenas, soy Emilio Calatayud. Ya vienen los Reyes… ¡Qué nervios! Pero no perdamos la sensatez. Si los niños -y me refiero a los de entre uno y cuarenta años, que es hasta donde llega ahora la adolescencia- no han tenido buenas notas o sus calificaciones han sido directamente castastróficas tampoco hay que premiarles. Con un buen pijama van que chutan. No hagamos como la madre -según nos cuenta la amiga y profesora Pilar García en el ‘feisbú’- de esa joven que no aprobó ni una una, pero le regalaron el descapotable que le habían prometido, eso sí, «de segunda mano». Ese fue el castigo. Supongo que los padres acallarían su conciencia con esa durísima penitencia.
Es como aquel padre que le prometió una moto a su hijo quinceañero y le vino con siete suspensos de diez posibles. «Como ha tenido más de cuatro, la moto la elijo yo». El niño debió sufrir mucho.