Buenas, soy Emilio Calatayud. La frase que sirve de título a este comentario es de una madre amiga. Lleva razón. Un hijo siempre es dos (o tres o cuatro si son pequeños, ja, ja, ja). Quiero decir que tienen dos personalidades. Cuando hay una obligación, los deberes, por ejemplo, suelen sufrir una regresión a la infancia y se convierten en los niños que fueron (y que todavía son, pero menos). Remolonean, hacen pucheros, lloran, saltan, te ponen de los nervios, vaya… Pero cuando se trata de empezar a salir solos, experimentan una progresión hacia el futuro y se convierten en adultos. «¡Abrígate! ¡Carga el móvil! ¡Coge si te llamo!», dicen los padres.
«No hace frío. Ya lo he cargado. Si lo ecuchó, lo cogeré», responden los hijos con una frialdad de quien ha vivido mil vidas.
Y así es hasta que te mueres. Cuando te mueres, descansas, ja, ja, ja.