Buenas, soy Emilio Calatayud. El otro día juzgué a varios ‘niños-patera’, tres chavales marroquíes, tres morillos como les digo yo cariñosamente, y entre el público había varios ‘ni-nis’ con sus padres, varios ‘choricillos’ cristianos, como les digo cariñosamente, que todavía no habían metido la pata a fondo, pero estaban a punto. Por eso estaban en la sala de vistas con sus padres, para ver juicios de otros niños. Puede ser una buena vacuna. Por eso lo hago.
Los chicos marroquíes nos contaron su vida y sus fatigas. Yo quería que los otros les escucharan. Uno había llegado a España en lo alto del techo de un autobús y los otros dos, en los bajos de camiones. A lo largo de ese viaje infernal, se jugaron la vida varias veces. No podemos ni imaginar lo que pasaron. ¿Y para qué?: pues para estudiar, eso que es un derecho y un deber para nuestros hijos. Cuando acabaron de contar sus peripecias les dije a los ‘choricillos’ cristianos: «Vosotros no tenéis valor para hacer ni la mitad de la mitad de lo que hecho estos niños para buscarse la vida. Lo tenéis todo, pero os parece poco. Me gustaría veros un segundo, sólo un segundo, en lo alto de un autobús». Ni los ‘choricillos’ ni sus padres dijeron nada. Se hizo un silencio total. Y el que calla otorga. Debemos enseñar a nuestros hijos que hay niños que se juegan la vida para poder estudiar para que se les quiten las pamplinas.
Por cierto, los tres morillos van muy bien. Uno de ellos era chiquitín de estatura, pero grande en todo lo demás. Su único defecto es que era del Barça. Me dijo que Messi también es pequeño y «mire usted dónde de está». Y entonces fui yo el que me tuve que callar. Y encima dijo que iba a haber remontada y la hubo.