Buenas, soy Emilio Calatayud. Sucede ya desde hace algunos años, yo he conocido casos, que cuando llega el tiempo de las Comuniones, hay parejas separadas que no son capaces de ponerse de acuerdo para organizar todo juntos y acaban celebrando dos banquetes: uno con la familia del padre y otro con la familia de la madre. Supongo que todos estaremos de acuerdo en que no es un gran ejemplo para los niños. Por supuesto, no me refiero a aquellos casos en los que existe violencia de género u otros delitos. Hablo de personas más o menos normales -nadie lo es totalmente: tampoco yo- que acaban cayendo en un sinsentido como es organizar y pagar dos almuerzos de Comunión. Vamos a ver, y hablo como católico, la Comunión es un acto religioso y el banquete, un acto social. Lo importante, bajo mi punto de vista, es lo primero. El acto social es secundario. Incluso no pasa nada si no se hace. Para mí es una opción más razonable que hacerlo por duplicado. ¿Cómo es posible que unos padres no sean capaces de ponerse de acuerdo para comer juntos el día de la Comunión de un hijo?
No se me ocurre mejor regalo de Comunión que hacer el esfuerzo de estar todos juntos. Seguro que los niños, que deben ser los protagonistas, lo agradecen.