Buenas, soy Emilio Calatayud. Me cuenta una buena amiga que el otro día le preguntó a su hijo -17 años y estudiante de segundo de Bachiller- que si ya había decidido qué iba a estudiar tras acabar el instituto. El mozo no lo tenía claro todavía y se irritó un poco -cuando se habla de estas cosas con los adolescentes suelen irritarse porque creen que el futuro es un engorro y no piensan que les alcance, lo cual es bastante normal-. Mi amiga proponía estudios ‘con salidas’ y el muchacho se rebelaba. Pero, al final, la batalla acabó en paz gracias a esta frase de la madre: «Hijo, yo no quiero que seas jefe, quiero que seas feliz». Eso es tener las cosas claras y lo demás son ‘chuminás’.
Yo nunca quise ser jefe -y lo he conseguido-: oposité para tener un sueldo fijo, que ya sé que suena poco romántico, pero es que es la verdad. Enseguida me di cuenta de que había acertado y fui feliz…