Buenas, soy Emilio Calatayud. Hoy hemos celebrado el ‘día internacional de los llorones’ en el juzgado. Hemos tenido una sesión muy intensa de justicia preventiva y el resultado que es que todos los asistentes hemos acabado llorando de emoción. En la sala de vistas de los juzgados de Menores se han reunido, porque querían y porque lo necesitaban, víctimas y agresores de eso que llaman la violencia filoparental, la violencia de hijos a padres. Algunos de los chicos asistentes ya habían sido condenados y están encerrados y otros, como no espabilen, lo estarán pronto. Por eso he empleado la expresión justicia preventiva. Se trataba de que la experiencia y los testimonios de los encerrados, y sus padres, sirviera de guía y ejemplo a los que todavía no han sido denunciados, y sus padres… Ha sido muy interesante. Los chavales que están dentro han experimentado una notable mejoría. Y sus padres, también. Y dieron las gracias por ello. Los niños dieron las gracias a sus padres por haberlos denunciado. Y los padres a sí mismos, aunque reconocieron que fue muy duro. «Cuando se llevaron a mi hijo al centro de internamiento, tenía una depresión tan grande que ni siquiera pude levantarme de la cama para despedirme de él…», explicó una madre.
Los chavales, quizá para desdramatizar, se vinieron arriba y afirmaron que el centro de internamiento «es como un hotel de cinco…» Y ahí se detuvieron unos instantes… Y luego soltaron: «de cinco rejas». Porque un correccional es duro. «Mi hijo ha salido ahora de permiso y ha sido feliz porque, por fin, ha podido dormir con la puerta de la habitación abierta».