Buenas, soy Emilio Calatayud. El 1 julio de 2004, o sea, hace ahora prácticamente 13 años, seis chavales y una niña de entre 15 y 18 años comenzaron a caminar hacia Santiago de Compostela por ‘orden judicial’. Los había ‘condenado’ a hacer una parte del Camino de Santiago para completar su rehabilitación. En realidad, no era una ‘condena’, sino un regalo porque su conducta había mejorado notablemente. Seguramente, esa fue la ‘sentencia’ que más me gustó poner. Lo cuento porque recientemente me lo han preguntado y sí, creo que fue esa la resolución más bonita que he adoptado.
Mucho tiempo después, me encontré con la niña que participó en esa expedición. Estaba en paro después de trabajar siete años fuera de Granada. Como aquí no le salía nada, iba a emigrar de nuevo. No había olvidado la ‘condena’: «Fue una experiencia única», me dijo.
Para entonces, yo también había hecho una parte del ‘Camino’ a pie. Para mí también fue una experiencia única.
Un saludo para todos los que estéis ahora mismo caminando, o pedaleando, hacia Santiago. Vuestra condena serán unas cuantas ampollas en los pies, pero es un precio que merece la pena pagar.
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